EN la zona más dura de la noche, cuando el insomnio o el suicida sueñan, la lluvia. Desde sus primeros pasos anuncia la inminencia del diluvio. Sus primeras caricias, labios que en otra boca inician ese lento combate que habrá de concluir en el naufragio, dicen que su canción será larga como esa vía o aquel muro de piedra cuyo final no vemos al fondo de la calle. Súbitamente se cierra, ocupa el último espacio virgen de la atmósfera y se deja caer sobre árboles, plazas, azoteas, con una furia tal que pareciera combatir a todos los veranos, o fuéramos a mirar su rostro por última vez. Y cuando la mano toca el cuerpo elegido para que el amor tome forma en otra carne que es también la nuestra, sentimos, como la ciudad, lavarnos interminablemente, seguros de amanecer con rostro nuevo, dispuestos a combatir aunque sepamos que la derrota es el único premio de los héroes.
segundo
Para Anabel Quitarte
LA lluvia es una niña que anda con pies desnudos por la calle. Puede ser lenta, terrón de azúcar disuelto en la saliva, y entonces es amiga de la ventana abierta. Suele enfurecerse, desafiar al verano y hacer de la ciudad un reino de paraguas. Pero la lluvia siempre es una niña que se retira, cansada, hasta su reino, mientras el sol despliega su abanico y orla de luz las nubes altas, tímida y lenta, por velar su sueño.
tercero
SENTIR la lluvia en la mitad del pecho y luego sentirla filtrarse hasta los huesos. Por la ventana miro una pareja correr por la explanada hasta refugiarse bajo el árbol más enorme. ¿Por qué la vida no tiene siempre tensión de cuerda lista para emitir el sonido más puro, más vital, más propio? Ayer también llovía y sin embargo no abandoné el escritorio –porque esto es una oficina donde una silla, papeles, tu retrato, la taza con residuos de café lleva mi nombre – para mirar al través de la ventana, como el marinero que interrumpe la limpieza de cubierta y asiste una vez más al milagro del solo sobre el océano. Si todos los días la fuerza estuviera con nosotros, ¿valdría la pena escribir una línea más? Que la lluvia continúe la tarde entera. Que la muchacha bajo el árbol olvide sus “no” y de sus labios sólo salgan los “así”, y que cada pecho, cuando la lluvia lave todas las mentiras, sea aquel laúd suspenso que resuene con una sola nota al ser tocado.
1 comentario:
Por cierto, con respecto a mi última entrada (sobre la muerte de Rascón Banda):
Lo ke ocurrió fue ke la notizia me impactó tanto que asta la ortografia ce me olbidó... Pero ya lo corregí.
Gracias.
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