Recordando los días de juerga, mezclados con algún rumor de batalla. Las horas del café interminable, en páginas infinitas en aquella mí Flor de Santiago. Otrora vida que por momentos se percibe irrecuperable en la ilusión que transita por los amigos que desde la distancia, esgrimen sus mejores letras para golpear, al menos hacerle pasar un mal rato a la realidad. Pero entre tanta frialdad, tanto mecanismo, el español empieza a volverse una estructura maleable, que se presta a la experimentación y a transportarlo lejano a sus límites. Tarea casi imposible parar, detenerme ante el tiempo que no deja caminar mis pensamientos. Todo es aprisa, todo es la siguiente clase, todo en un andar que nos lleva hacia la nada. Ante tanto hacer olvidamos cual era el proyecto, quienes eran los amigos, y quienes en la distancia nos olvidan se transfiguran en una silueta que es difícil alcanzar si es que acaso, se reencuentran.
Ante la falta de silencio, el ejercicio. Solamente el compromiso con las letras.
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