lunes, diciembre 12, 2005

Jazz en el calor

En los ruidos te encuentro y puede haber una cadencia, que une acelerones, que diversos nos envuelven por la improvisación de las calles.
La ciudad es un conjunto de manifestaciones rítmicas al mediodía. Calle setentas funky y ambiente que me sacude ya el corazón.
Hay una banqueta que es un patrón que se sigue y que sigo, camino en cuadraturas y ladrillos cubiertos de sol y blues. El oleaje que levanta el sudor es anglosajón con lentes. El café se eleva hasta los ventiladores que aclimatan esta furia y esta tristeza. Acumulo los sentimientos como las figuras de un contrabajista, y muevo, muevo mis respiraciones y esta taza sacude mi sonrisa para continuar con la fusión.
La banqueta se revierte y cambia el patrón del horario, las manecillas se hacen líquidas, sacudo las ramas de los árboles para que caiga un anciano indigente. Las soledades se encuentran afuera de la iglesia y cenan las plegarias en los alrededores del mercado. El anciano bebe un poco de jazz en una botella de plástico. Busco mi esqueleto en una moneda para hacer una llamada. Tomo una plumilla y se la echo al teléfono, al otro lado no respondes, y yo te digo: sacude ya tu corazón.
La cartera da vueltas alrededor de mi pluma. En el aluminio de los pesares urbanas tres chicas se pasean en sus uniformes. Los ladrillos de las ferias se inflan como las casas de mis amigos. Un poco de jazz para el comercio de estas almas.
Se rebelan las melenas de los presentes, en el festín de los callejones un sax sacude sus neuronas: un poco de jazz para quien levanta un dedo al extinguidor.

lunes, diciembre 05, 2005

Juan Bañuelos

ECLIPSE

Tendría que quedarme sordo todo el día
Para acallar mi corazón.
Qué camisa de hastío te adelgaza.
Qué trapo más mojado la mañana.
Que vaya conmigo el día buscando ciegos
O tartamudos de dicha. Eso es todo.
De dos en dos salen mis ojos y tocan la esperanza,
Con las manos repasan la espalda a la ternura.
¿Quién guarda lo que busco?
Yo emprendo las tareas del que tiene
Maduros labios para el grito.
Para quien llora al pie de la cama de su hijo,
Para el amante que amanece
Con hembra innumerable
En esta silla pongo mi cuerpo sin huesos,
En este vaso dejo mi sangre.
Voy a dormir, a descansar sólo un instante.
He de volver para cantar de nuevo.