Miro la luz apostillada en las paredes de la tarde, en las casas y edificios de Las Cruces. Sin lentitud, en una respiración acompasada los árboles no acosan; las personas que apenas percato, la gente que vive en una comunidad que se fortalece y que aún no quiere ser llamada metrópoli o gran ciudad. El aire campirano se contagia en las comidas con chile el sábado en que recordamos como ha pasado el tiempo.
1 comentario:
Bendito sea Dios. Hasta que escribes. Te dejo una bonita dosis de amibas con mucho cariño. Yo ya no las quiero, jojojojo. Besitos.
Publicar un comentario