sábado, noviembre 29, 2008

Incendiarse


Escribir Profundamente

Tomás Ramos

Los escritores olvidan el secreto de musicalizar, de parafrasear esas esencias que se encuentran dentro de nosotros y que posponemos por tanta preocupación diaria. Esta enajenación es culpable de obstruir los espacios interiores que deben sensibilizarse al punto de poder escuchar ese leve susurro, la pequeña voz que desde adentro nos dice que somos únicos e impredecibles. La observación de nuestra soledad y entenderla como un proceso que nos acerca a la gente, es una artística manera de comprender nuestra cotidianeidad para reencontrarnos con la belleza; como explicó anteriormente Rodrigo E. Ordóñez Sosa en su artículo en la sección cultural de POR ESTO!

La observación inicia el fuego de un incendio interior que me recuerda en Ciudad Juárez mis días en Mérida, segundos de esa fina arena nuestra filtrándose por la evocación de estar contigo. En nuestros recuerdos se revelan las imágenes de una vida que añoramos, que tuvimos o hubiéramos querido tener cuando se la conversamos a alguien que no conocemos. Cuando hablamos de esta vida que no fue, borramos los momentos dolorosos; al verbalizar omitimos los hechos verdaderos. Mentimos, imaginamos, inventamos: creamos lenguaje dotándolo de vida autónoma.

Regresar al pasado nos da sentido en el presente. La memoria vive un solo tiempo que es presente, pasado y futuro. Tal como entendiera Reinaldo Arenas en la lectura que le hizo a Octavio Paz y después citó en la novela Otra vez, el mar, “La memoria es un presente que nunca termina de pasar”.

Mi secreta esencia me dice que quizá amarte sea la condición profunda en que el secreto toca nuestras manos, para decir que en la vida todo se puede, pues al caminar por las calles de Ciudad Juárez y al sujetarme de tu mano, con tu aliento cálido en el frío desolador de la violencia, somos esa silueta nocturna que al abrazarse para protegerse es observada por otra pareja en otra ventana frente a nuestro edificio. Que no hay palabras que se quedaron sueltas, ni tampoco minutos desperdiciados. Encontrarnos es tan sólo este secreto; el abrazo o el beso que marcarán la próxima ocasión de otro instante como este, nuestro, de nadie más, tuyo, mío, tuyo y mío, aunque por esencia nos pertenezcamos.

Podemos ver como se insiste en los mismos temas y símbolos desde que el hombre escribe. La muerte, el amor y la soledad. ¿Cuántas veces no vuelven como temas literarios? En la literatura hay que saber narrar la tensión de un hombre con su destino. Recordemos el conflicto entre dioses y mortales en La Ilíada, cuando Aquiles llora la muerte de Patroclo por culpa de la intervención divina del despreciable Apolo para despojarlo de sus armas en el intento del Crónida Zeus de darle la victoria a los Troyanos y su protegido predilecto, el domador de caballos Héctor. Quien termina siendo un despojo humano arrastrado por la carroza de Aquiles, el guerrero aqueo de los pies más veloces.

La literatura busca en su interpretación estética dialogar en esa tensión del hombre con la trascendencia, y consigue la redención del individuo así como la redención de todo un pueblo. Esto hace sentir a quien escribe, quien encarna la voz de una mayoría y un tiempo histórico, con un lugar en el mundo además de un compromiso con su sociedad para estar menos solo en su conflicto y su quijotesca “locura”. Y así finalmente aspiremos, y quizá también podamos, ganarles no la guerra pero sí arrancarle alguna batalla a los demonios y a los dioses.

Noviembre 29, 2008. Diario Por Esto!

miércoles, noviembre 12, 2008

El acto de la lectura

Escribir profundamente

Por Tomás Ramos Rodríguez

La literatura cumple la finalidad de tocarnos profundamente para transformarnos. El poema que no logra “tocar” nuestro interior no cumple la capacidad de comunicar un mensaje. Es decir, no cumple con la tarea de hacernos evocar una vida que no poseemos -y desde luego añoramos- porque no la hemos poseído. Los delirios y terrores, acosos y persecuciones, se depositan de igual manera en el texto que el autor estéticamente busca plasmar para abrirnos un camino –universo- de posibilidades, sin que éstas tengan que cumplirse, a quien lee, el lector, que es el eterno ser en la perpetua necesidad y búsqueda de sí mismo por medio de la interpretación que ha hecho otra persona de la realidad, el autor, quien es el que configura un mundo de ficción para restituir lo que siente que hace falta –y no existe- en la realidad. La literatura es una excelente arma para abatir la depresión, pues restituye los mundos y necesidades humanas que una persona deprimida dice experimentar.

Leer nos transporta por ejemplo, a un mundo que no conocemos, que no hemos odiado pero que podemos llegar a odiar a través de la construcción de un discurso de verosimilitud por un autor. Leer es ofrecerse libremente a un mar desconocido y salvaje, que conlleva en sí mismo el acto de libertad. El autor promete ser el canoero, el Caronte que nos transporta hacia el Hades, buscando un ritmo y la verosimilitud que desarticule con el lenguaje estético nuestra realidad para entregarnos a una más intensa, -por lo tanto más humana en este mundo mecánico e intrascendente del capitalismo- donde se nos enseña desde la temprana etapa del crecimiento a disimular y controlar “nuestras emociones”-.

Un mundo menos detestable nace, y el lector puede encontrar una tregua a las frustraciones que la vida cotidiana lleva consigo. Entregarnos a la lectura de un buen libro de literatura puede ser el vehículo que nos lleve en un radical acto de libertad para sacudir las estructuras de nuestra mediocridad a las que la sociedad de consumo nos educa desde el momento de crecer.

Poder aislarme de las demás personas, con una buena novela, digamos La insoportable levedad del ser de Milán Kundera, con un café a mi lado, una libreta y bolígrafo para apuntar las partes que más me transformen, es un acto de radical libertad tomando en cuenta el conflicto actual del ser humano entre el tener y el ser, en donde cada minuto de mi día y de mi tiempo debe ser enfocado a la producción y sobreproducción con la cosificación de mi persona, con mi mano de obra y mi trabajo intelectual para acumular la mayor cantidad de dinero y bienes materiales posibles, aunque al final del día termine sintiéndome profundamente vacío y en un estado de total depresión.

Mi acción transformadora inicia desde el momento en que puedo aceptar que no es necesario vivir con la sobreproducción material que consume y destruye nuestra actual sociedad, nuestro Estado, nuestro país, nuestro planeta. Recordemos la enorme polémica actual que existe sobre el petróleo para continuar la explotación de un recurso natural no renovable tan sólo para continuar la supervivencia de un sistema de consumo injusto que no hace más que depredar nuestra naturaleza y por lo tanto acelera la destrucción de la humanidad.

Las múltiples reflexiones sobre mi entorno surgen tan sólo entre el tránsito de una lectura hacia otra; seres que piensan, seres que se transforman, seres que se liberan de las cadenas de la destrucción al liberarse de la mediocridad. La lectura nos lleva a la construcción de una mejor sociedad con una más alta y mejor calidad de vida. Nos lleva a la construcción de una realidad tan fascinante donde la libertad de nuestra imaginación nos arrastra en un andar desbocado, profundamente deslumbrante, donde nuestros sentidos se abren a lo que antes pasaba desapercibido ante nuestros ojos siendo un acto transformador más que un acto de evasión donde el alivio dure, mientras siga el entretenimiento fugaz de la televisión y demás distractores de nuestra conciencia. Quizá sea el estado más cercano a la trascendencia que Nietzsche tanto nos insistió en su construcción de Superhombre.

La realización, el verdadero acto revolucionario de la transformación humana, se encuentra al alcance de nuestra mano en cualquier momento, tiempo o lugar, al alcance de nosotros en cualquier instante siempre y cuando tengamos la pertinencia de poder sentirlo, intuirlo, dejarlo salir, escucharlo.

Noviembre 11, 2008. Diario Por Esto!

domingo, noviembre 02, 2008

Rechazo la poesía panfletaria y vacía: Fernández Retamar

 

El escritor cubano Roberto Fernández Retamar durante su visita a la ciudad de México. Foto: Víctor Camacho.

Obama despierta una leve esperanza en Cuba si es coherente con planteamientos de campaña.

Por: Arturo Jiménez.

Con razones históricas de sobra para no albergar muchas esperanzas respecto a los resultados de los procesos electorales estadunidenses, esta ocasión, sin embargo, la posibilidad real de que el triunfador de los comicios de este 4 de noviembre sea el candidato demócrata, Barack Obama, parece despertar un mayor interés en Cuba. Al menos así se infiere de las apreciaciones del poeta habanero Roberto Fernández Retamar (1930), presidente de la Casa de las Américas y quien visita la ciudad de México. Y aunque se considera “amateur en cuestiones políticas” y más bien “un escritor politizado y no un político que escribe”, agrega en entrevista con La Jornada: “Es claro que nuestra esperanza está en que Obama resulte vencedor y que sea coherente con lo que ha planteado durante su campaña, específicamente respecto a Cuba. Ese bloqueo a nuestro país es tan absurdo que tarde o temprano tiene que desaparecer.” El poeta y ensayista se refiere con optimismo al arribo de gobiernos progresistas en la mayoría de los países de América Latina: “Es un nuevo proceso de la unidad latinoamericana. No recuerdo haber vivido nunca un momento tan esperanzador en América Latina como el de ahora.” Al triunfo de la revolución cubana en 1959, el joven Fernández Retamar tenía la opción de dar clases en una universidad estadunidense, pero decidió quedarse en la isla, sobre todo llevado por motivos éticos. “Mi vida hubiera sido distinta sin la revolución”, dice, y agrega: “Yo entendía que el triunfo de la revolución significaba la posibilidad de rehacer el país, y no podía irme en ese momento, debía quedarme, y así lo he hecho durante lo que pronto será medio siglo”. Desde ese fundamento es que comenta sobre la nueva etapa que vive Cuba con el arribo de Raúl Castro como presidente de su país, en sustitución de su hermano Fidel, el líder histórico de la revolución cubana, convaleciente. “El imperialismo había dicho que sin Fidel Castro la revolución cubana se evaporaría, pero no fue así, sino al contrario. Se han tomado medidas de apertura y flexibilización que favorecen cada vez más la vida cotidiana en el país.” El poeta toca además la situación de emergencia que padece la isla luego del paso desastroso, en septiembre, de los huracanes Ike y Gustav, por lo cual, junto con otros intelectuales cubanos, hizo un llamado a intelectuales del mundo para exigir una vez más que se termine el “absurdo” bloqueo económico de Estados Unidos a Cuba. En la charla no queda fuera el tema fundamental de la literatura, de su poesía y de temas como su amistad con Octavio Paz, la cual comenzó a principios de 1960 y se fue diluyendo con esa década. “Fui muy amigo de Octavio, pero después, como se sabe, criticó mucho a la revolución cubana. Yo tuve relaciones epistolares con él hasta finales de los años 60. Después no volví a tener, por desgracia, relación con él. Asumió posiciones muy negativas hacia la revolución cubana y otros movimientos, como la revolución sandinista.” 

Calibán y el imperialismo 
Fernández Retamar, de quien el año pasado Siglo XXI Editores publicó una Antología personal, que reúne poemas y ensayos, se encuentra en México para participar en el Festival de la Palabra Ciudad de México Centro Histórico, que concluye este domingo y por el cual el jueves, en el Palacio de la Autonomía, dio la conferencia magistral Poesía y crítica en José Martí, y el viernes, en el Claustro de Sor Juana, ofreció un recital. –¿Cómo ha cambiado el imperialismo en los pasados 40 años? (casi los mismos que lleva de publicado su famoso ensayo Calibán. Apuntes sobre la cultura de nuestra América, 1971), se le pregunta en el vestíbulo de un hotel de la calle de Palma, en el Centro Histórico. –De las cosas importantes que ocurrieron de esa fecha hasta ahora está la desaparición del llamado campo socialista europeo. En esa época existía la Unión Soviética y se produjo lo que he llamado el desmerengamiento de los países que se decían socialistas en Europa. Con ello terminó, aparentemente, la guerra fría, que dejó al imperialismo estadunidense como la única superpotencia y, paralelamente, se fue desarrollando en el mundo una presencia muy agresiva del neoliberalismo. “Lo más reciente, que es un cambio notable, es la explosión de la burbuja financiera de Estados Unidos y la gran crisis económica que está provocando. Creo que el imperialismo no está ahora más fuerte que entonces, sino más débil. Esto no quiere decir que vaya a desaparecer mañana. En relación con el ensayo Caliban, cuando se escribió expresaba la llamada dicotomía entre el norte y el sur, la cual ha acabado por agravarse. Al desaparecer el campo socialista europeo se enfrentan hoy en día, de manera muy clara, el norte y el sur.” Fernández Retamar se refiere a los procesos de cambio en América Latina. “Se están dando acontecimientos muy trascendentes, como la Venezuela bolivariana, Ecuador con Correa y Bolivia con Evo Morales, quien introduce además el factor indígena, que antes no era protagonista.” De manera que el imperialismo, que parecía “fortísimo” entre 1989 y 1991, con la caída del bloque soviético, ahora no lo parece. Y agrega que, a diferencia de hace casi 50 años, cuando en América Latina sólo México mantenía relaciones con Cuba, ahora hay nexos políticos y comerciales con prácticamente todas las naciones, con excepción de El Salvador. “Esa diferencia es abismal, es un cambio impresionante”. –¿Cómo observa los diferentes proyectos de la izquierda en el poder en los países de América Latina, por ejemplo el de Venezuela, Brasil, Chile o Bolivia? –Hay diferencias, desde luego, pero lo importante no son tanto las diferencias como las similitudes o las metas comunes que se plantean. No son distintas de las metas de, por ejemplo, el Che. Hoy en día, aquella meta famosa que planteó el Che: crear dos, tres, 15 Vietnam, ya no se está haciendo por la vía de las guerrillas, sino por la de las elecciones. Es un fenómeno interesantísimo: esas elecciones, proyectadas para el triunfo de la oligarquía, están siendo el camino por el cual los pueblos están haciendo sus cambios.” –Marx planteaba que las condiciones de cambio se generan dentro de la misma sociedad capitalista. ¿En este caso sería potencializar las posibilidades de la democracia formal? –Claro. Marx hablaba del viejo topo de la historia: nadie sabe por dónde va a salir. Hace 15 años no se podía prever una América Latina como la que estamos viviendo ahora. El viejo topo de la historia de Marx estuvo trabajando. Y a propósito de Marx, leí un cable que informa que se están vendiendo cuantiosamente sus libros de nuevo. Parece que Marx, quien nunca estuvo ausente, regresa con mucha fuerza, precisamente a raíz de esta crisis económica del capitalismo. 

Facilitar la vida cotidiana 
–¿Hacia dónde va Cuba en esta nueva etapa, con Raúl Castro al frente? –Creo que Cuba va a una profundización de sus procesos revolucionarios, que significará tomar determinadas medidas, como las que ya se han tomado, para facilitar, pudiéramos decir, la vida cotidiana en el país. –Hay razones históricas para que en Cuba no se generen muchas expectativas respecto a los procesos electorales en Estados Unidos, pero parece que ahora no son unas elecciones comunes y que allá se están enfrentando dos proyectos distintos de nación. ¿Cómo percibe ese proceso en general y la figura de Barack Obama en particular? –Lo que se va a escoger el próximo martes no es una alternativa entre capitalismo y otra cosa. Se va a elegir al presidente del imperio. Ahora, es evidente que hay matices. No es lo mismo Bush que Clinton, u Obama que McCain. Para los que vivimos en este continente, es claro que nuestra esperanza está en que Obama resulte vencedor y que sea coherente con lo que ha planteado en su campaña, específicamente respecto a Cuba. Ese bloqueo a mi país es tan absurdo que tarde o temprano tiene que desaparecer. Sería magnífico que con Obama en la presidencia se diera un paso en ese sentido. –El año pasado la editorial Siglo XXI publicó su Antología personal, una selección hecha por usted de poemas y ensayos. ¿Ha cambiado la visión del poeta de lo que son las letras en este más de medio siglo o es una sólo línea? –No, no es ni puede serlo. Empecé a escribir poemas a los 15 años, en 1945, y a publicarlos en 1950: han pasado 58 años. Y Fernández Retamar hace un recuento de sus primeros y siguientes libros, de su paso por la fundamental revista Orígenes, que dirigía José Lezama Lima, de la publicación en México de varios de sus títulos, de su conocido poema El otro, escrito en 1959, al triunfo de la Revolución cubana, de su amistad con Octavio Paz, a quien conoció en París y cuya relación después se fue diluyendo. Retoma el asunto de su poesía: “Poco a poco me fui acercando a una poesía más conversacional, más hija del habla de todos los días. Es evidente que en todos esos años nadie, a no ser que estuviera hecho de piedra, permanece igual.” –Pero en términos formales y temáticos, ¿que pasó?–Diría que fui saliendo de una poesía muy preocupada por las cuestiones formales, a una poesía más libre, más humana, más integral, incluso más hija del coloquio. Pero siempre sorprendido e impresionado por la extrañeza de la existencia. Eso adquirió ciertas características al triunfo de la revolución. A los problemas existenciales que todos experimentamos, se sumó el desafío intelectual que era esa gran revolución que estaba ocurriendo ante nosotros y en nosotros. Y la poesía intentó hacerse cargo de ella. Aunque siempre he rechazado la poesía consignista, la poesía panfletaria, la poesía que repite frases vacías, y en las que espero no haber incurrido nunca.

Tomado de:


La experiencia chicana en la revista Casa



Roberto Fernández Retamar y Rafael Hernández




Número 252 de la revista Casa de las Américas


Presentado el número 252 de la revista Casa de las Américas

El número 252 de la revista Casa de las Américas, dedicado a la presencia chicana, fue puesto a consideración del público este 30 de septiembre, a las 4 de la tarde, en la Sala Manuel Galich de la institución habanera. Su presidente, Roberto Fernández Retamar, dio la bienvenida a Rafael Hernández, director de la revista Temas y autor “de varios libros de imprescindible lectura para quienes deseen conocer más sobre el pensamiento y la cultura cubanos”, quien tuvo a su cargo la presentación.
El destacado intelectual elogió la trayectoria de la revista, a la cual calificó de “motivo de inspiración para varias generaciones de intelectuales en América Latina, Cuba y otras partes del mundo”. Asimismo, apuntó que representa “un esfuerzo mantenido de creación intelectual”, y constituye “un vaso comunicante con la cultura y las ideas de América Latina y el Caribe”.
A propósito del número 252, destacó la labor del editor invitado Spencer R. Herrera, quien reunió textos que “tienen la virtud de mostrarnos aspectos clave del pensamiento y la cultura chicana contemporánea”, y ponderó el alto nivel conceptual, la calidad y la fineza teórica de los ensayos incluidos en esta entrega.
Los trabajos publicados, subrayó, “hablan de una dinámica multicultural que es característica de la experiencia chicana”. Comentó que otro aspecto que destaca es la combinación orgánica de los ensayos de referencia y monográficos con las obras literarias reproducidas y las fotografías, de Robert Kaiser, que contribuyen a darle una imagen interesante y provocativa a la temática tratada.
Se refirió, asimismo, a la magnitud y el rigor del trabajo de traducción. Ello es especialmente importante si se tiene en cuenta que la literatura chicana está escrita en inglés, pero con términos nacidos de la experiencia de ser chicano. “Es una creación de esa sociedad, esa cultura, que tiene que ver con estar en la frontera de dos grandes polos: América Latina y los Estados Unidos”, subrayó.
En un recorrido por las secciones de la revista, destacó los textos de Juan Bruce-Novoa, Spencer R. Herrera y Paul Guajardo, incluidos en “Hechos e Ideas”. Sobre el primero dijo que cuestiona la homogeneidad de la identidad chicana. Acerca de los de Herrera y Guajardo, señaló que tienen como denominador común el tratamiento de la figura del escritor Richard Rodriguez, presentado como ejemplo de intelectual hijo de padres chicanos “con lo que Antonio Gramsci definiría como mala conciencia”.
Específicamente, el de Guajardo pone de relieve las contradicciones de Rodriguez, reflejo de las de la cultura chicana, sus conflictos, incongruencias, derivados también de la experiencia de ser chicano.
A continuación hizo referencia a los textos de Miguel López sobre “La globalización y el gesto canibalesco en The Rag Doll Plagues, de Alejandro Morales”; de Mónica F. Torres, quien propone una deconstrucción del documental El diablo nunca duerme, de Lourdes Portillo, y de Jesús Rosales, acerca de los cuentos de Rosaura Sánchez, autora que escribe en español “en un mundo culturalmente articulado en inglés”.
Todos ellos se adentran desde diversas aristas en la heterogeneidad del ser chicano, las dificultades que entraña el hecho de pertenecer a un lugar en la frontera de dos culturas muy distintas, y su reflejo en las expresiones artístico-literarias.
También puso de relieve el acercamiento de José David Saldívar a la obra de Américo Paredes, autor chicano que fue reportero de prensa de los Estados Unidos durante la guerra del Pacífico, texto con el que cierra la sección “Hechos e Ideas”.
Del espacio que la revista Casa de las Américas dedica a las “Letras”, Rafael Hernández destacó los ensayos autobiográficos de Richard Rodríguez y Rolando Hinojosa Smith, y entre los textos poéticos, el presentador quiso compartir con los asistentes “Cabrona con corazón”, de Ana Castillo.
Las “Páginas salvadas” del número 252 contienen los artículos que la reportera norteamericana Josephine Herbst, de la revista The New Masses, publicara entre los años 1934 y 1935 sobre la región cubana de Realengo 18. El director de Temas resaltó la inclusión de estos materiales, seleccionados por Peter Hulme, y apuntó que “en publicaciones norteamericanas de diversa índole hay, a lo largo de los años, representaciones de Cuba, y sería interesante indagar cuánto hemos contribuido a esas visiones”.
En otro momento de su presentación, Hernández elogió la calidad, profundidad e interés de las reseñas bibliográficas que se publican tradicionalmente en Casa, y que en este número se dedican, entre otros temas, a los libros Razón, mito y pensamiento revolucionario, de Franz Hinkelammert (por Jorge Luis Acanda), Antología de ensayos de Beatriz Maggi, de próxima aparición (por Luis Álvarez Álvarez) e Historia del diseño en América Latina y el Caribe, extraordinario compendio del trayecto de esa manifestación en nuestra región (por Adelaida de Juan).
Por último, se refirió a la inclusión en la sección “Al pie de la letra” de sendos textos dedicados al centenario de Salvador Allende, “figura vital en la historia y el pensamiento de América Latina que, lejos de lo que pudiera pensarse, es muy poco conocido”, y a los ochenta años de Ernesto Che Guevara.
“Para ser un solo número de Casa, y a pesar de que nos tiene acostumbrados a abrir y revelarnos asuntos de interés muy especial, es una revista que se puede leer desde la primera hasta la última página”, apuntó Rafael Hernández, antes de destacar, una vez más, la calidad de la labor editorial.