lunes, febrero 25, 2008

Reinaldo Arenas - El Palacio de las Blanquísimas Mofetas (fragmento)

Fortunato y la luna

Pero había, realmente, una luna tan inmensa. Una luna extraña y distante, brillando en el cielo, precisamente en ese momento en que él salía a la calle con la maleta y los diecisiete pesos en el bolsillo. Una luna fría y sin tiempo, corriendo por un pasaje de cartón piedra, inhóspito e inapresable. Había, también, el ruido clarísimo del órgano, en El Repello de Eufrasia, que giraba sin fin, sin tiempo, también terrible e invariable, acosando… ¿Qué hacer? La Luna, alta y cruel, observaba implacable, con su mueca habitual; el órgano, fijo y agresivo, rotundo chillaba en la medianoche… Si piensas ya no hay salvación, si te detienes y piensas, si por un instante vacilas, pereces. Oye el órgano, oye ese estruendo minucioso, oye y escapa. Corre… Pero la luna también es agresiva y fría. La luna es la versión del nuevo espanto que te aguarda, si huyes. Su resplandor brillante e inevitable te habrá de desnudar, te habrá de perseguir; habrá de proyectar tu silueta en los incesantes parajes de la soledad, de la miseria, de las nuevas ofensas. ¿Qué hacer? La luna llena, suntuosa y horrible, sin tiempo, lo ilumina, lo proyecta ya sobre una explanada inmóvil. Su milenario rostro de puta abofeteada decía: qué puedes hacer tú solo bajo resplandor. Entonces, él dejó de caminar –aún no había cruzado la esquina-, puso la maleta en el suelo y miró a lo alto. Al rostro invariable de la Gran Puta que, por encima de la chillona algarabía del órgano, al son del cual giraban los otros, seguía fluyendo, familiar, altiva y fría, por un escenario desolador.

sábado, febrero 23, 2008

No volveré


Cuando lejos te encuentres de mí
cuando quieres que esté yo contigo
no hallarás un recuerdo de mí
ni tendrás más amores conmigo.

Yo te juro que no volveré
aunque me haga pedazos la vida;
si una vez con locura te amé
ya de mi alma estarás despedida.

No volveré,
te lo juro por Dios que me mira
te lo digo llorando de rabia,
no volveré.

No pararé
hasta ver que mi llanto ha formado
un arroyo de olvido anegado
donde yo tu recuerdo ahogaré.

Fuimos nubes que el viento apartó
fuimos piedras que siempre chocamos
gotas de agua que el sol resecó
borracheras que no terminamos.

En el tren de la ausencia me voy
mi boleto no tiene regreso
lo que tengas de mí te lo doy
pero yo te devuelvo tus besos.