viernes, noviembre 22, 2013

Sonidos Nuevos

Tomás Ramos Rodríguez

Definitivamente, no es igual escuchar un disco de Los Beatles a una canción de Los Beatles. No es igual escuchar por unos minutos solo unos acordes, a oír la evolución de esos acordes y minutos como cristales rompiéndose dentro de tu cuerpo hasta desmoronarte, mientras se transforman en múltiples sonoridades incandescentes y psicodélicas. No, definitivamente. No.

Recuerdo el momento a mis 17 años en que, por descuido de un amigo, llegó a mis manos un cassette con los grandes éxitos de John Lennon. Después, compré un cassette pirata con todo y portada de los discos blancos y negros de Los Beatles, siendo esos también, los de sus “grandes éxitos”. Al oír “Day Tripper”, algo conocido sonó dentro de mí, un sonido recio y lúdico, que buscaba prender; o, al menos eso, deseaban los compositores que sintiera el escucha.

Actualmente me descompongo en buscar nuevas pasiones, obsesiones, sonidos; indago en el Internet por bandas y sonidos nuevos; en tiendas de discos compro los clásicos de descuento; recorro YouTube; descargo música perdida. Pero, cuando quiero descomponerme en el cansancio, después de mucho trabajo regreso a mi última adicción: El Sargento Pimienta del Club de los Corazones Rotos. A diferencia de los “grandes éxitos”, un CD de “larga duración” llegó a mis entrañas gracias a uno de los bateristas con quien toqué a lo largo de 3 años en una banda de covers (Saludos Frank). Al vendérmelo sintió que se unió a ese club y, luego de su arriesgada venta, de suerte y oportunismo mío en su momento, me pidió vendérselo de vuelta incluso a un precio más alto. Pero, por supuesto, me negué.

Recuerdo, otra vez, mis 17 años. Ese mes de diciembre sentado en el piso con los pies fríos, descifrando los alaridos de Lennon y, decidir, que el Rock N’ Roll existe. Luego, después de pasar por una década de glam y otra década de jipismo contracultural, las expectativas cambiaron. Y aquí es donde puedo decir que se transformó mi manera de tocar el bajo, la manera de usar mi plumilla; no entendía como diantres le hacía para tocar la guitarra y hacer nacer esas armonías aunada la voz; no entendía las letras ácidas que produjeron una corriente de transformación socio-espiritual dos décadas atrás de ese momento frío y, del cuál, fueron más de tres décadas en que el rock fue marcado por estos ingleses con trajes de colores intensos como las envolturas de chicle.

Canciones como “Jealous Guy” o “Just Like Starting Over”, machacaron mi adolescencia, mis hormonas y mis crisis existenciales en segundos. Amañaron mi nihilismo y encontraron a un gran cómplice de sus inseguridades, persecuciones y paranoias con mi compañía. John, se celebraban tus 15 años de asesinado y, en ese entonces, pasaron por la reciente televisión por cable incesantemente “Imagine”. Mi vicio, el nuevo vicio, ya tenía rostro. Y mis lágrimas, como aquellas lágrimas negras, corrieron ahora por mi rostro junto con las de los niuyorkinos que, esa noche del 8 de diciembre de 1980, oraron para que John Lennon no muriera.

Esa noche me sentí el 5º, 6º o 7º Beatle, que descubre los eternos campos llenos de mermelada de fresa. Desde eso, decidí seguir a John y no Paul Mccartney cuando tocara a cada noche el bajo en mis años como músico de covers. Lo siento, no creo tus agallas; si es que las tienes. Mrs. Dear Yoko me convenció para anhelar las de John desde su no-instrumento, el bajo.

Hoy en día, repaso canciones como “Real Love” o “Cold Turkey”, discos de Los Beatles como “Revolver” cada vez que puedo. Cuando despierto en días fríos y nublados, puedo pensar en la imagen de Yoko junto John sin querer salirse de la cama mientras los acusan de flojos. Yo también padezco de esa manía, la flojera con que nací a veces para enfrentar el mundo y en la cuál me refugio para encontrarle un ritmo al caminar de los escarabajos del jardín en mi ventana o las armonías que deja el submarino amarillo cuando escucho cada uno de sus discos; cuando entiendo que la vida es mas fácil cuando tengo los ojos cerrados, desentendiendo lo que veo. “I’m only sleeping” es lo que pienso; le pongo “stop” al silencio, suena la alarma o el teléfono, me levanto, bostezo. Tengo que comenzar el día.

Periódico Por Esto!, 21 de enero de 2013.

lunes, enero 14, 2013

¿Y la literatura cuándo?

Tomás Ramos Rodríguez

Diariamente puedo notar en redes sociales como Facebook o Twitter, “poetas” (no sólo adultos sino quienes aun se consideran “jóvenes”) surgen como la espuma, autogenerándose constelaciones de “seguidores” sin siquiera tener una escritura sólida. Promueven su imagen como “escritores” (para luego solicitar apoyos económicos en instituciones de gobierno y premios estatales de la juventud) sin tomar en cuenta el cuidado en la calidad literaria del trabajo propuesto.

Imágenes, tuits, relámpagos a destiempo. Hipsters, vintages, enguayaberados; son lo mismo. Escritores y “poeta joven”: megalómano en la ejecución del chelo.

¿Hasta dónde llega la ambición de estas personas que hacen oídos sordos al desencanto que parece vivir la sociedad yucateca en muchos de sus momentos?

¿Estos “exquisitos” de la cultura estarán pensando qué pasa con el diario suicidio de yucatecos, como el un niño de 12 años en una comunidad del estado? ¿O estarán pensando en el siguiente premio literario de Ottawa o Budapest?

Parece que los autodeterminados “artistas jóvenes” son los interesados en colocarse en la pasarela de las adulaciones para esperar su turno. Asimismo, estos escritores de mediana trayectoria están rebosantes de premios sin ningún reconocimiento internacional. Enfrascados en dimes y diretes cobardes en Internet con otros “poetas”, tienen por ánimo ser reconocidos como la nueva gloria local.

Estos sendos personajes que desean “encarnar” la cultura yucateca lesionan el nacimiento de nuevas voces literarias en nuestro estado. Cuando se autodeterminan a ser los nuevos patriarcas de la poesía nada más forman parte de la misma ola continuista que usaron como un estandarte contra el cual había que oponerse en su megalómana vida. Nada más para terminar siendo parte de la misma ola continuista que sumergió el discurso literario yucateco en un peligroso ostracismo.

Difícilmente se avanzará en el ámbito poético; hasta que se recupere ese ánimo por escribir profundamente, sin pensar en acomodarse con la dependencia gubernamental en turno o para sentirse un enano dios. Cuando es un proceso creativo profundo, lejano de ese ego de pecho inflado, se escribe poéticamente con una actitud diferente. No como un dios enano a quien los mortales tuvieron la suerte de admirar cuando se dignó a llegar de viaje o presentarse a un evento público por última vez.

¿Acaso usted piensa que más adelante podrá seguir engañando a los jóvenes yucatecos, tan ávidos de conocimiento, mientras articulan un nuevo conocimiento cultural usando su inteligencia con herramientas, como los libros y el internet, para comunicarse y no dejarse engañar?

Periódico Por Esto! 7 de enero de 2013. 


viernes, enero 04, 2013

Manuel Álvarez Gato no tiene quien le escriba

Estimado Manuel Álvarez Gato:

En días pasados las personas que nos rodearon se han alejado de nosotros mientras más se aferran en demostrar su intelectualidad, su teoría estética del momento o su verso más pulido. Pensar que hace 10 años nos reuníamos en cafés del centro de Mérida para comentar los libros más amenos luego de la jornada semanal, finalizando la tertulia dominical en cafés extintos hoy en día sobre la calle 59; tal como lo fue el Boston, antes y después de la llegada del huracán Isidoro, que nos hizo consumir café a media luz, telefonear desesperaciones familiares, mientras estoicamente resistimos la humedad leyendo para la tarea de las nuevas clases de literatura.

Recuerdo esa Mérida que hoy ya no existe, donde los faroles iluminaban los muros derribados, los árboles heridos y la perfecta manera en que la luna observaba a los misteriosos secreteando en las esquinas. El amor también era una vendimia, que puntual acabó con dos o tres generaciones de ceniza en ese tiempo por venir. Dicen que la ceniza también se llama poesía; pero yo no la conozco o más bien no la recuerdo. Fueron pláticas sobre un tal César Vallejo, el purgatorio de Dante y sus mil caminos hacia los infiernos, Nietzche, así como pudo ser un verso Whitmaneano acompañando los poemas malditos de Baudelaire, mientras Hemingway maldecía perdido en las costas cubanas cuando su velero encalló por una botella más de ron.

Esperamos la recuperación de la ciudad que nunca se recuperó de las mujeres que amamos y pudieron partir. Hoy el país se convulsiona, votos se canjean como la promoción de la semana y millones de mexicanos flagelados convulsionan las arterias de la historia; si aguantamos la travesía, en 10 años más quizá estemos tomando otro café y no escribiendo cartas desde tan lejos, a donde la condición de parias de los espurios azules, me mandaron hace media década fuera de nuestro poético centro histórico de Mérida. Dicen que José Martí comprendió más a su país viviendo en Nueva York exiliado, cuando escribió su “Nuestra América” porque extrañaba su patria y le hacía tanta falta, que solamente el amor de su hijo pudo salvarlo antes de encontrar la heroica muerte que le confesó a su amigo Manuel Mercado una noche antes de iniciar su ciudadanía en el universo de los indispensables.

Los del verso solemne ¿qué saben de revolución? Estos se quedaron preocupados por las cuestiones más egoístas, como el salario elevado por encima del salario honorable. Alejémonos de esos márgenes donde oscilan los interesados; los que cambian el café por el cheque inflado; los que olvidan la correspondencia por ser de genio simple; los que olvidan por que olvidar es más fácil que agradecer. ¿Sirve razonar el voto cuando se piensa en la próxima beca? ¿Sirve razonar la grosería por un cheque o correspondencia que no llega? ¿Sirve recordar el honor cuando el verso sólo se hinca aún más ante el escarnio?

Mejor ser otra vez quien recorra el barrio de incógnito, mejor ser otra vez el horizonte magno que recorre el vientre de la amada, cuando el oleaje nos regresa a la libertad que, en la juventud, algún día nos hizo beber un ron con el varado Simbad mientras esperaba el regreso interminable a los ojos de Ella.

Atte.
Jimbo Jones.
Desde Aztlán,
En el desierto donde recibo ocasionalmente tu correspondencia. 

Periódico Por Esto! 20 de julio de 2012. 

jueves, enero 03, 2013

Arizona, Tomás Ramos Rodríguez

Es el desierto la forma más inexplicable de la angustia
que reposa en la indiferente luz 
de la rubia estudiante que platica en las mesas
con las piernas cruzadas sobre la silla
los lentes invertidos y el café en su desechable vaso 
que vive sin el glamour de la lejana taza del amargo

Esto es permanecer en la cuenta indestructible tarde a tarde
en el pensar en la familia en México lejana
en el padre que envejece y en la madre que se ilusiona 
a cada llamada del hijo que desde la aridez de la zona donde pernocta el día
la noche no marca la diferencia de la espera
en la espera interminable

Angustiémonos al amanecer 
para ser la manda que el trabajo imperturbable nos induce
para dejar de lado las premisas que nos inquieren
en la soledad perenne en que el trabajador vive al otro lado 
el fotón exacto que parece flotar en el calor del que todo mundo escapa
la facilidad de prenderse en el refugio, de desaprehenderse, evacuar el cuerpo 
y la mente para huir del dolor de pecho, provocado por la intensidad de la jornada 
donde la salud no tiene espacio para ser, pues más importante es la moneda 
que la necesidad de permanecer silencioso en tantos amarillos
regocijándose sobre la avenida de autos glorificándose en su petróleo
en la oportuna manera de exfoliar la naturaleza circundante 


Divergencias, Revista de estudios lingüísticos y literarios. Invierno 2011.  

http://w3.coh.arizona.edu/divergencias/current_ed/currentart/Arizona.pdf




Sobre “De Mérida, roto”

Tomás Ramos Rodríguez

Miguel Ángel Cocom Mayén nos entrega De Mérida, roto (2011), su primer libro de poesía. El autor dice: “Sé que la poesía/ es inútil/ hasta que se emplea”, poniéndonos a pensar si la poesía tiene una utilidad material, codificable, o que el poeta le da uso como herramienta para hacer más llevadera la existencia. No sabemos si estamos frente a un suicida o un poeta: la tinta quebrándose o, más bien, derramándose o dejándose ir como un mar acaudalado, que nos lleva a un otoño que inicia su manifestación en la hoja.
El poema “Se me quiebra la tinta” alude a la imagen de Dios y nos preguntamos si esta imagen remite a la poesía o si se refiere a la mujer amada. Para el creacionista Vicente Huidobro el poeta era Dios. En este caso, vemos que la intención del autor es pretender posicionarse como un escritor que quiere ir contra la corriente y crear un lenguaje para luchar contra la realidad.
Óscar Oliva ha dicho, recientemente, que los autores mexicanos contemporáneos poseen una poesía gastada, por lo que deberían ir en búsqueda de otros caminos para que puedan abrirse nuevas formas de comunicación. Para Oliva, “la poesía es una manera de expresar, de comunicar; es un reflejo, un sentimiento, una transformación del lenguaje que hablamos todos los días. Es una expresión de las transformaciones que se dan día a día en la sociedad global en que vivimos. Y resaltó que la poesía mexicana -incluyendo la suya- parece no dar ya para más: “La poesía no refleja una serie de acontecimientos actuales y el vértigo que producen estas realidades. Ante esta situación, debe contraponerse una poesía abierta que rompa con lo que existe”.
Miguel Ángel Cocom Mayén parece ir contra uno de los movimientos más importantes de Nuestra América: el Modernismo. “Cansado ya de Azul” es un poema que nos remite al nicaragüense Rubén Darío. Parece que va contra la estética renovadora de la poesía latinoamericana que marcó una etapa de madurez frente al neoclasicismo y el romanticismo hispanoamericano. Sin embargo, marca el motivo amoroso, como lo que impulsa el azul de los ojos de la amada cuando menciona: “Además de tu olor/ de gaviota que reposa/ de su vuelo en espiral”. Nos deja ver el elemento crucial que navega en el mar de su poesía: el silencio. 
Miguel Ángel Cocom dice: “Pueden ser múltiples cosas. / Pero más que nada, / es tu silencio el que me llama”. Podemos ver que busca volver a donde no se está, donde lo que se tuvo sin conciencia se perdió al tomar esa conciencia: es como si desease la luz para mirar y, al llegar ésta, le trajera la ceguera que le impedirá ver para siempre. En De Mérida, roto, la poesía se refiere a un apóstrofe a lo largo del poemario; el autor utiliza los grupos versales como unidad, como imágenes interpuestas, voces intercaladas, siempre hacia una segunda persona a la que también hace hablar en su poesía. En esta composición notamos cómo, por momentos, existen versos que pudieran ser greguerías, como las escritas por Ramón Gómez de la Serna, quien formó parte de la vanguardista Generación del 27 española.
La literatura y la poesía también se basan en préstamos y despojos de la realidad, por lo que el autor se apropia de la voz de la mujer, quien le recriminará la poesía que escribió en su juventud, pero será el discurso por el cual ella caerá rendida ante él. Se observa cómo la piel de la amada discurre por los dedos que escriben los poemas de esta obra, tenemos la piel como acueducto donde el agua, siempre el deseo, resbala, humecta, nutre. Añoranza del poeta por lo que no se tiene pero que se crea al anhelarlo y burlarse de lo mismo. Encontramos lo sensorial del poeta cuando menciona la piel depositada en el tacto, el color en el azul y el olor en el mar, en la salinidad de la vida plagada de formas en el poeta. El cuerpo de ella, entra y sale por los ojos del que ama, por los ojos de quien ve y describe con naturaleza la búsqueda erótica en la alteración de las formas sintácticas de la redacción y habla cotidiana.
El poema “Tigres de sombras” nos lleva a pensar en el poeta mexicano Eduardo Lizalde, “Contigo, / contigo marcha la espuma, / clara y altiva / aunque, como tú, espume a ras del suelo”. Pero el poeta sentencia: “Tu cuerpo, / mi tótem, / se me entra / entero/ por los ojos/ y se me sale/ incompleto/ por la pluma”. Vemos a Ulises, vemos el “tú” que aparece constantemente en la figura femenina. “Ahí eres tú” nos entrega su poética, “¿Qué putas digo?/ Poesía es lo que chorrea / del tintero de cuerpo. / La luz que sobra/ del cardumen negro de tus ojos. / El olor de tu cuerpo / cuando llueve. / La fuga de sonidos/ cuando amamos.”
Encontramos los principios éticos del poeta, su poética que va desde la poesía que refuta hasta aquella con la que va acorde. Utiliza el hipérbaton, ocasionalmente, para romper con el ritmo de la lectura en un sentido lúdico, con ironía y parodia; es decir, es una lírica desnuda pero que se esconde en el humor. Vemos la aparición de la figura “Mérida / Mar / Roto (rotación)”. En el poema “El mar”, entendemos su poética. Podemos pensar también en otros grandes poemas que han hablado sobre el mar como “El cementerio marino”, de Paul Valéry, cosmos con el discurso siempre cimentado en el apóstrofe.
Cocom Mayén tiene una voz lírica distante de una voz queer. En vez de una voz, voz queerizante, la suya se mantiene rondando en los espacios de la heteronormatividad por los arquetipos fijos en que se mueve la masculinidad del hablante. A lo largo de los poemas, existe una división entre lo amoroso y lo irónico, donde la ironía se observa como recurso para la verosimilitud. Como herramientas para el desastre, apuntamos la voz femenina como contrapunto de la voz masculina. También se resalta el constante carácter lúdico del libro, pero para el futuro también es recomendable hacer a un lado el abuso de la voz femenina y el despecho hacia ella, para dejar que la poesía respire por sí misma. 
Podemos decir que Miguel Ángel Cocom Mayén es un poeta vanguardista. Digo vanguardista, con las consecuencias que pueda llevar el querer autodefinirse como contracultural, con el peligro de rayar en la arbitrariedad en el código literario lejano al hecho de experimentar. La ironía resalta como recurso para la verosimilitud, pero el asunto poético se dimensionaría mucho más si el poeta centrara su visión en los objetos del mundo y, se alejara, del “tú” amoroso, pues en algunos momentos el “tú” oscurece el asunto poético, el conflicto del poeta. No hay que apostar toda la imaginación poética en la versificación de sustantivos como “silenciar”, “poemar” y “alear”, en vez de aletear, así como la “esdrujulación” de los verbos para hacerlos adjetivos, como “liquida” a “líquida”.
Pensamos que es necesario llevar al máximo las capacidades del poeta y su lenguaje, de trabajar más en estos elementos e irse al límite de sus recursos líricos para crear un nuevo lenguaje que crezca en relación al anterior y devele las circunstancias que solamente la poesía depositada en una forma nueva puede decir. Recordemos a Óscar Oliva cuando dice: “Los poetas mexicanos deben abrirse a nuevas maneras de ver el mundo y encontrar otros espacios. Ya no podemos tener los ojos en el siglo pasado, cuando no existía el Internet. No podemos hablar de nuestros amores o fracasos si estamos situados todavía en una concepción del mundo ideológica y filosófica, incluso política, como la tuvimos en los 60 ó 70. Tiene que darse una ruptura.”
Miguel Ángel Cocom Mayén es un poeta que vive en el nihilismo de quien no cree en la vida y el amor. Poesía cargada de humanidad, llena de la visión de un poeta que un día despierta humano, después de descubrirse como el espectador de un tiempo que se ha mantenido mudo ante las palabras de la amada, que sólo le transmiten silencio. Estado en el cual pudo escuchar el llamado del incendio, aunque equivocadamente diga que no sabe incendiar. 

Cocom Mayén, Miguel Angel: “De Mérida, roto”, Instituto de Cultura de Yucatán-Conaculta, Mérida, 2011.

Por Esto! 17 de octubre de 2012.