domingo, marzo 16, 2008

A Ella

Donde diablos sea que te encuentres.

Siempre mirando la pulsera y el reloj. Siempre mirando las mismas horas moverse por mi muñeca evocando un café o una palabra del camarada en el rincón del salón de clase. Nuestros amigos sumergidos en los corazones y los minutos impacientes. ¿A dónde íbamos a ir o a quedar Capitán de la plataforma oscurecida de la nada? Las clases de semiótica fueron la opción para nuestros navíos. Los versos, la pluma, la furia de los poemas que no se podían concretar. Sin embargo, en la noche siguiente a aquel destructor huracán fuimos tan sólo por otra taza de café. Siempre el café y el cigarro en nuestras muertes. Recorríamos los salones universitarios buscando la respuesta en los suicidas. Los ayeres de hoy no son los mismos ayeres en que nos comunicábamos con notas secretas. Los amores y la cerveza, los amores y las vueltas por Mérida, los amores y aún anhelando lo que había dejado de pertenecernos. Giramos nuestros suicidios en puntas, filo y demonios. En basura que se acumula en el cristal que ahora miro y no guarda un callejón, y si aguarda estudiantes en mochilas casi olvidados de ser humanos. Sólo importa el tiempo y la próxima comida. Sólo importa el que sigue, el quién vive, el ardor del frío fuego desértico calcinando la garganta y los pulmones al cumplir al otro lado del pupitre. Hoy soy a quien nosotros admirábamos empuñando tan solo un signo para darnos todas las respuestas, que nos hundían más. (¿Lo seré?) Abrir los ojos no es cosa fácil. Abrir los ojos con tanta violencia es algo para lo que nunca te enseñan. Desde la soledad he invocado miedos, muchos miedos. Y persigo toda la añoranza de isla que soy contenida en esta taza. Si antes fue la maldita circunstancia del agua por todas partes, si la maldita circunstancia de la lluvia que me obligaba a sentarme en la mesa del café, hoy la maldita circunstancia de la arena me obliga a no moverme y a solidarizarme con cualquier extraño al cuál injustamente llamo, amigo. Sobrevivir en las arenas y el aire, te hace sentir una tristeza insoportable por todos los que se quedaron. Hasta uno mismo que se quedó en el tiempo y el recuerdo, en el pasado de calores y soles que no parecen existir más en este cuadrante. Las montañas emergen con su violencia fraticida. Se imponen los colores rojos como consecuencia de la espuma y los verdes selváticos se han quedado tan atrás. Le canto a Última para que no se olvide de nuestra raza. De los miles de rostros que me he topado cruzando las fronteras con miles de rostros como el mío, que hablan otras lenguas en esta Babel de acero, cercas, miras telescópicas, francotiradores, puentes, patrullas, paracaidistas fronterizos, prostitutas, amistades, un loco gritándome desde abajo del puente, dos rostros esposados por la sospecha de encarnar otros rostros, dos rostros que son mi rostro en la impotencia de una puta por aguantar la vejación de la necesidad, un pordiosero gritándome desde abajo del puente, por el dinero, la cerveza, un pordiosero gritándome desde abajo del puente, el tequila, la música, un pordiosero, las rancheras, la cháchara, desde abajo del puente, las tiendas, caminan recuerdos de diosas, en el Parque de las Américas por mi frente, la espalda de esa mujer, la belleza, por mi frente, un pequeño mensaje de papel en mis manos me saluda con su sorpresa, amo a los locos, a los pordioseros, a los menesterosos, amo a las familias que no son mi familia pero que son mi familia; a las que les grito “les amo” en este poema que camina silencioso conmigo, en el puente Juárez-Santa Fe, un poeta en la breve animación que lo sostiene, mi tan querido Agustín, con tan sólo al visitarte a vivir me enseñas:

Aunque el amor es accidente y contingencia,
aunque el amor es incierto, nebuloso,
yo no quiero que falten uno ni otro:
quiero vino y amor,
beber y amar
hasta que estalle.

¿Cuál es la nota? ¿Cuál es el canto? ¿Cuál voz será mi voz? ¿La que hablará por mí para interpretar, denunciar tanta vileza, tanta hipocresía? Vivir es tan sólo vivir cuando se goza. Vivir tan sólo vale la pena cuando se vive y se gozan los secretos más intensos frente al frío que reprime el aliento evaporándolo en escaso vapor. ¿Será que también yo me estoy escapando en él? ¿Qué yo también me disuelvo? (¿Qué pasa Gerardo?) ¿Qué yo también me evaporo? ¿Qué yo también soy otra imagen en la sordidez, en el borde donde todos los discursos llenos de fe y vida caen? ¿Será que mi vida cae cuando siento crecer este límite que todo desenmascara? ¿Qué me muestra su verdadero rostro tomándome una cerveza apuntando con ella hacia los rayos infrarrojos de la antena militar que nos irradia?

Antes de bajar el brazo siento que caigo.

Apenas despedazado por cientos de cosas inútiles.

3 comentarios:

Lulú dijo...

Ay, Tomitín, que entrañable, realmente, entrañable. Muy. No te aloques, bobini, en serio, cuando menos te des cuenta volverás a estas tierras nuestras. Y aunque es sabido que "no hay lugar como el hogar", los sacrificios, han de servir para siempre crecer, para siempre formar parte de nosotros mismos. Aunque entiendo a la perfección tu desespere, sabemos que es un mal necesario... que a la larga será un bien. Aguanta, sé fuerte. Y cuando vengas iremos al taller (ahora sí, cuando tú estés) y a todo eso de lo que yo también me perdí por años. Te mando un gran abrazo y salbutitos de masa nueva jijijiji. Cuídate y relájate. Hay que sacarle la lengua a la complejidad. Vamos; (Coño no se que coños aprete que se me jodio el teclado jajajaaj toing; waaaaa no tengo comas ni acentos aaaaarrrgh) cantemos canciones bonitas: >>>>> eso serïa un punto final::::: jajajajaja :(

Concierto para cuatro cuerdas dijo...

sòlo viene a mi mente dos palabras:

infinito emocional

Isela Alejandra dijo...

Cuando uno quiere el desierto también es paz.