miércoles, noviembre 12, 2008

El acto de la lectura

Escribir profundamente

Por Tomás Ramos Rodríguez

La literatura cumple la finalidad de tocarnos profundamente para transformarnos. El poema que no logra “tocar” nuestro interior no cumple la capacidad de comunicar un mensaje. Es decir, no cumple con la tarea de hacernos evocar una vida que no poseemos -y desde luego añoramos- porque no la hemos poseído. Los delirios y terrores, acosos y persecuciones, se depositan de igual manera en el texto que el autor estéticamente busca plasmar para abrirnos un camino –universo- de posibilidades, sin que éstas tengan que cumplirse, a quien lee, el lector, que es el eterno ser en la perpetua necesidad y búsqueda de sí mismo por medio de la interpretación que ha hecho otra persona de la realidad, el autor, quien es el que configura un mundo de ficción para restituir lo que siente que hace falta –y no existe- en la realidad. La literatura es una excelente arma para abatir la depresión, pues restituye los mundos y necesidades humanas que una persona deprimida dice experimentar.

Leer nos transporta por ejemplo, a un mundo que no conocemos, que no hemos odiado pero que podemos llegar a odiar a través de la construcción de un discurso de verosimilitud por un autor. Leer es ofrecerse libremente a un mar desconocido y salvaje, que conlleva en sí mismo el acto de libertad. El autor promete ser el canoero, el Caronte que nos transporta hacia el Hades, buscando un ritmo y la verosimilitud que desarticule con el lenguaje estético nuestra realidad para entregarnos a una más intensa, -por lo tanto más humana en este mundo mecánico e intrascendente del capitalismo- donde se nos enseña desde la temprana etapa del crecimiento a disimular y controlar “nuestras emociones”-.

Un mundo menos detestable nace, y el lector puede encontrar una tregua a las frustraciones que la vida cotidiana lleva consigo. Entregarnos a la lectura de un buen libro de literatura puede ser el vehículo que nos lleve en un radical acto de libertad para sacudir las estructuras de nuestra mediocridad a las que la sociedad de consumo nos educa desde el momento de crecer.

Poder aislarme de las demás personas, con una buena novela, digamos La insoportable levedad del ser de Milán Kundera, con un café a mi lado, una libreta y bolígrafo para apuntar las partes que más me transformen, es un acto de radical libertad tomando en cuenta el conflicto actual del ser humano entre el tener y el ser, en donde cada minuto de mi día y de mi tiempo debe ser enfocado a la producción y sobreproducción con la cosificación de mi persona, con mi mano de obra y mi trabajo intelectual para acumular la mayor cantidad de dinero y bienes materiales posibles, aunque al final del día termine sintiéndome profundamente vacío y en un estado de total depresión.

Mi acción transformadora inicia desde el momento en que puedo aceptar que no es necesario vivir con la sobreproducción material que consume y destruye nuestra actual sociedad, nuestro Estado, nuestro país, nuestro planeta. Recordemos la enorme polémica actual que existe sobre el petróleo para continuar la explotación de un recurso natural no renovable tan sólo para continuar la supervivencia de un sistema de consumo injusto que no hace más que depredar nuestra naturaleza y por lo tanto acelera la destrucción de la humanidad.

Las múltiples reflexiones sobre mi entorno surgen tan sólo entre el tránsito de una lectura hacia otra; seres que piensan, seres que se transforman, seres que se liberan de las cadenas de la destrucción al liberarse de la mediocridad. La lectura nos lleva a la construcción de una mejor sociedad con una más alta y mejor calidad de vida. Nos lleva a la construcción de una realidad tan fascinante donde la libertad de nuestra imaginación nos arrastra en un andar desbocado, profundamente deslumbrante, donde nuestros sentidos se abren a lo que antes pasaba desapercibido ante nuestros ojos siendo un acto transformador más que un acto de evasión donde el alivio dure, mientras siga el entretenimiento fugaz de la televisión y demás distractores de nuestra conciencia. Quizá sea el estado más cercano a la trascendencia que Nietzsche tanto nos insistió en su construcción de Superhombre.

La realización, el verdadero acto revolucionario de la transformación humana, se encuentra al alcance de nuestra mano en cualquier momento, tiempo o lugar, al alcance de nosotros en cualquier instante siempre y cuando tengamos la pertinencia de poder sentirlo, intuirlo, dejarlo salir, escucharlo.

Noviembre 11, 2008. Diario Por Esto!

1 comentario:

Carolina Yerena dijo...

Me agrada mucho tu artículo. MEnciones de hecho, muchas de las razones por las que es importante aprender a leer. No solamente es una necesidad, si no que además, te abre la mente y te lleva a lugares inimaginables.