domingo, febrero 08, 2009

Rubén Bonifaz Nuño

15

No me ilusiono, admito, es de mi gusto,

que soy un hombre igual a todos.

Trabajo en algo, cobro

mi sueldo insuficiente; me divierto

cuando puedo, o me aburro hasta morirme;

hablo, me callo a veces, pido

mi comida, y a ratos

quisiera ser feliz gloriosamente,

y hago el amor, o voy y vengo

sin nadie que me siga. Tengo un perro

y algunas cosas mías.

 

En general, no estoy conforme

ni me resigno. Quiero mi derecho,

de hombre común, a deshacerme

la frente contra el muro, a golpearme,

en plena lucidez, contra los ojos

cerrados de las puertas; o de plano

y porque sí, a treparme en una silla,

en cualquier calle, a lo mariachi,

y cantar las cosas que me placen.


También, monumental, hago mi juego

en serio con las gentes,

según las reglas, y reclamo

mis ganancias y pérdidas, y busco

la revancha, o perdono

por generoso o por flojera.

 

Manos de hombre tengo; manos

para tomar, de las cosas que existen,

lo que por hombre se me debe,

y, por lo que yo debo, hacer algunas

de las cosas que faltan.

 

Y reconozco que me importa

ser pobre, y que me humilla,

y que lo disimulo por orgullo.

 

Tú, compañero, cómplice que llevo

dentro de todos, junto a mí, lo sabes.

Hermano de trabajos que caminas

en hombres y mujeres, apretado

como la carne contra el hueso,

y vives, sudas y alborotas

en mí y conmigo y para mí y contigo.


De Fuego de pobres, 1961

1 comentario:

Isela Alejandra dijo...

Y a mi que me daba miedo leerlo cuando lo recordaste hoy. Menos mal que lo he leído ya. Gracias. Sigamos leyéndolo.