Tomás Ramos Rodríguez
El escritor, efectivamente, también
escribe la historia. Surge el sujeto literario como un error lingüístico, como
una escritura forzada y anticanónica, que existe como “el no debiera estar
aquí”; cuando a la escritura no hay que juzgarla, sino hay que compartirle
nuestros secretos. Hay que preguntarle su origen, si la materia de la que nació
fue el amor. Mario Benedetti supo de eso. Por eso su mirada se llenaba,
diariamente, de rocío material.
La poesía vive en el verso
y, es cierto, en las palabras; pero esa, para que vibre debe estar compuesta de
materia y de sustancia. La poesía no solamente vive en el vicioso endecasílabo,
musical y facilón, que algunas ocasiones es un estigma en el que muchos poetas caen,
pues utilizan esta licencia poética para lograr una musicalidad agradable al
oído y repiten como fórmula, alejando su poema –hecho éste, es cierto, de
palabras– de una materia humana que permita abrir las dimensiones del
significado en el poema a un universo mucho mayor.
Hagamos de cuenta que
tenemos una nieve de limón; o sea, esta es una nieve con sabor, una nieve que
no es nieve natural debido a su condición de frescura saborizada, no pura, pero
en su artificio pervive llena de sabores con sus colores antinaturales. Como el
ritmo poético, esta nieve de limón, es una composición semántica que está
compuesta de sonidos que se modifican con la intervención verbal y el orden
gramatical de la lengua, así como con sus calificativos, pronombres, etc. Sí,
son palabras, pero estas palabras son dirigidas por un orden que se establece
desde la gramática que rige las reglas con que se produce determinada lengua
que modifica nuestro entorno, cuando elige palabras diferentes de acuerdo a la
condición social, cultural y política, desde la cuál estamos hablando.
La poesía, entonces, es una
forma de musicalizar y multiplicar el universo de sentidos del habla, donde
nuestra lengua y signos gestuales comunican nuestro entendimiento y relación
diaria con las cosas que nos rodean. Uno de los artes más increíbles que un
poeta puede manejar es el curso que puede darle a los significados de las
palabras que cotidianamente usa de una forma, para que pueda cambiarles ese
sentido a otro diferente que vive como unidad dentro de una obra de arte.
Este arte de la mentira es también
comunicar; versar comunicará musicalmente el sonido de la memoria, la
abstracción de nuestra historia bajo el universo de los significados de las
cosas.
El verso es un artificio de
sonidos falsos, es un sonido proveniente de la imaginación verbal, un conjunto
de sonidos creados que al ejecutarse con la voz, así como cuando ejecutamos una
canción con una guitarra. Versos con métrica, como en la poesía barroca y
clásica con sus rimas, produciendo una materia.
Pero todos quieren hablar de
poesía, ser artistas, poetas, hasta quienes no lo son. Muchos quieren ser
profesionales u orfebres del verso, de la materia del mensaje, aunque no
conjuguen en el habla diaria de manera adecuada un verbo. Entre ellos
encontramos muchos artistas postmodernos, postmodernistas, paramodernos,
metamodernos, antemodernos, inversomodernos y hasta “anverso” modernos, que
andan emitiendo mensajes arbitrarios sin una red de significados que le den
coherencia a lo emitido; o sea, mensajes sin mensaje.
Periódico Por Esto! 28 de Junio de 2013.
Periódico Por Esto! 28 de Junio de 2013.
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