lunes, noviembre 04, 2019

Mientras tomo una taza de café, Óscar Oliva




Mientras tomo una taza de café repaso los poemas

que he escrito


¡Cuánta confusión! ¡Cuántas palabras perdidas!


¿Bajo qué impulso lancé mi pecho mis descomposturas


a la búsqueda de ese mar que no es claro ni habitable?


Si he dicho soledad árbol o cieno


fueron palabras imprecisas para extender mis brazos


para darle un vuelco al reloj y mostrar su desnudez


y sus caminos



He tomado conciencia de mis obligaciones


y he querido dar a los hombres nada más un relámpago



Debajo de una imagen ahora me duermo


ahora la doblo ahora la subrayo



Mañana despertaré en un mundo nuevo



 

Óscar Oliva, poema de Áspera cicatriz,

en Ocupación de la palabra (1965).




 

martes, octubre 22, 2019

I Worried, Mary Oliver


 
I worried a lot. Will the garden grow, will the rivers
flow in the right direction, will the earth turn
as I was taught, and if not how shall 
I correct it?

Was I right, was I wrong, will I be forgiven, 
can I do better?

Will I ever be able to sing, even the sparrows
can do it and I am, well, 
hopeless.

Is my eyesight fading or am I just imagining it, 
am I going to get rheumatism, 
lockjaw, dementia?

Finally I saw that worrying had to come to nothing. 
And gave it up. And took my old body
and went out into the morning, 

and sang. 

 
"I Worried", Mary Oliver. 


jueves, septiembre 26, 2019

Los siniestros, Tomás Ramos Rodríguez



son ellos,
los sinvergüenzas, los homicidas:
los que nos deshonran y nos apremian
y son iguales al odio que se tragan,
aunque se hagan pasar por intelectuales

nos devoran,
nos expulsan,
nos engullen,

nos creman en basureros

quienes nos besan las manos
para decirnos que, con ellos,
los ellos, los inigualables,
estaremos más seguros

que si el cambio está en nosotros,
que si somos flojos, qué malagradecidos,
que si el anti-poeta Parra
tejió el discurso de los asesinos

los incógnitos, los mentirosos

los que censuran la patria latina
y escupen en nuestras hojas;
los que nos callan y nos expulsan
porque les somos incómodos

ellos los tan cómodos, los ensombrecidos

sinvergüenzas exquisitos
porque no dejan la falsa modestia,
el dedo juicioso y la pose del escritor progre;
abarrotan páginas de Facebook
porque no quieren tolerar otra voz

porque no les gustan nuestras sonrisas
y la alegría rebelde de nuestra juventud

por esto

que vivan las juventudes eufóricas,
que vivan los periodistas combativos,
las madres guerreras, y las selvas,
y mueran las hogueras del verbo

que vivan Benedetti y Gelman,
y todos los que desaparecieron

que vivan los estudiantes
que nunca probaron un beso,
que nunca arrullaron una caricia,
que no lloraron la ternura del hijo
que sus gotas nunca estremecieron

que ellos sepan que los recordamos,
y los siniestros que nunca olvidaremos

porque nosotros,
los que marchamos por la noche,
siempre, siempre, siempre cantaremos



sábado, septiembre 21, 2019

I Have Roads In Me, Jimmy Santiago Baca





I HAVE ROADS IN ME

winding within my arteries
into distant hills
of memories,
where dreams float like dandelion fibers
on bright, chill, breezy
mornings under a canopy
of cottonwood branches.

Where leaves glimmer
sunlight
roads turn.

I have roads in me
where drums pound a sacrifice
and beckon
to again believe in life’s wonder,
where I lean the intense passion,
seeing the sparkling, dewdripping
leaves upon moist, pine-needled ground.

My heart restored,
I am guided
by stars
and a raging desire to live.


Jimmy Santiago Baca, en Singing at the Gates: Selected Poems (2014), 109.


 

miércoles, septiembre 18, 2019

Poema interrumpido por un allanamiento, Juan Bañuelos





Aquí la sangre, aquí tal si saliera
de una enorme bestia destazada.
La humareda de los siglos ahogándome.
Golpeando atrás del alma, golpeado
en nombre de la puerta custodiada:
        "Ten coraje, Bañuelos.
                                    Valor, viejo".
Será en la cacería siguiente
cuando mi íngrimo horizonte
caiga bajo la zarpa estrujamiedo.
Será. Será.
Los nervios con sus patas de diarrea.
Será el ciempiés errante de las fosas
abiertas en los rostros.

Y hallándome acosado
parpadeó el espejo
detrás de mi memoria.
Jugué a tener memoria.
Ascendí ensacerdotado de juncia y de cafetos.
Corrí por los llanos de Colón.
Fuí huésped a los quince
de aquella cárcel municipal,
y luego él "considera que es tu hijo"
y "o das tu cuota o friegas los excusados"
y ese olor natal de Tuxtla y sus alrededores
cuando, leyendo bajo el puente, el agua era
una ave larga que volaba boca arriba.

Y ahora aquí, entre la producción y el miedo,
"bendito seas entre todos, bendito", "no te eches
a perder", "visita a tus tíos"...
Avergonzado de gastar todos estos años
en imágenes de aserrín, con los puños cerrados,
como el lagarto al acecho del mosco 
en la ribera.
Necio. El polvo de la persiana cae en mis hombros.
Qué quiere usted. Salmuera en mi ojo izquierdo
que rodea desgarrado el farallón
de lo que he podido soñar, de lo que tú no soñarás:
"la bida práctica es astucia, mi amigo.
Jode, come y vebe. Entra al PRI"...

Y todavía habrá personas que se asombren
cuando cuentes que las hormigas
rezan su hastío, que el odio nunca está solo,
y que la sombra del durazno
huele lo mismo que su flor.
                                (Ay pequeño Sabinal de lavanderas
                                chorreando sol bajo las miradas
                                de las comadrejas y de la hierba
                                asustada).

Y hallándome acosado,
                        en tanto aplaco
    mis nervios con sus patas de diarrea,
                        mientras enloquezco,
    mientras muerdo estas paredes,
acuso a la luz
de que al abrir una granada
se despeñó hacia adentro
haciendo saltar su espuma roja
      idéntica
a la que expulsa el azteca desollado.
 
Juan Bañuelos, 
en Espejo Humeante (1968). 

viernes, agosto 09, 2019

Despedida al poeta Raúl Cáceres Carenzo, Tomás Ramos Rodríguez





Noticia triste es el fallecimiento del poeta yucateco Raúl Cáceres Carenzo el pasado domingo, figura y símbolo que encabeza una generación que decidió escribir sobre Yucatán desde afuera del estado, avecindado en Toluca desde 1970. Raúl Cáceres Carenzo fue un defensor y promotor de la poesía, además de dramaturgo, actor y declamador, puso especial énfasis en mantener las obras teatrales con una alta calidad, así como fue un investigador tenaz de la lírica universal. Raúl Cáceres Carenzo es quien encabezó mejor a una generación de poetas yucatecos que vivieron fuera de Yucatán muchos años, pero sin nunca olvidarse de su tierra situándola como un motivo constante de su poesía escrita desde 1970 hasta su último día; le debemos un agradecimiento total y honramos su figura por dedicar una vida entera a poner el nombre de Yucatán en el escenario literario y poético nacional.
Siempre admiraré su visión poética de la vida, su mirada centrada en el Mayab, en la lírica de los grandes nombres de la poesía universal, y su insistencia para concretar un discurso poético yucateco lejano de los exotismos, ideas colonialistas, pues siempre fue un amante y defensor de nuestra América, manteniéndose distante de las adulaciones, los exhibicionismos y la farándula local.
Debemos acercarnos a su obra literaria y ver la seriedad con la que profesó el arte poético. Juan Domingo Argüelles, en el año 2004, urdió el trabajo titánico de compilar su obra en la antología Para decir la noche y el día (Poesía reunida 1972-2002) editada por el Ayuntamiento de Toluca y el Instituto Quintanarroense de la Cultura. Entre sus obras destacan Retratos, Salutación e Imprecación, “Elegía por las ciudades mayas” dentro del libro Ritual Maya (Instituto de Cultura de Yucatán, 1986), dedicado a Antonio Mediz Bolio, Ermilo Abreu Gómez y Alfredo Barrera Vásquez. Entre otras obras, sobresalen Lectura de la luz (1972), Para decir la noche (1973), Sueña el mar que es fuego (1981), La flama del tiempo (1989), Secreto a voces (1993), Acinacal: La canica (1996), El Sarcastiricón (2001), entre muchas obras más, libros recientes y poemas sueltos.
En Para decir la noche, en cita de Juan Domingo Argüelles, José Emilio Pacheco dijo de él: “Pero ante todo, Cáceres Carenzo es un poeta, y la generosidad que emplea para juzgar a los demás se equilibra ejemplarmente con el rigor para consigo mismo. En éste su primer libro, publicado tras varios años de lucha por la expresión y búsqueda de esa palabra única que lo nombre. La pesadumbre y la esperanza de nuestro tiempo, el dolor del mundo y la íntima ternura, llenan la intensidad, el lirismo de estos poemas”. Raúl Cáceres Carenzo incursionó en la crítica literaria, así como en el teatro, fue inquieto, intuitivo y encontró el camino para su lenguaje poético en base al esfuerzo y la búsqueda de su propia voz y su discurso: nos entregó una poesía de sonoridades, mares embravecidos y texturas agitadas con las voces de nuestros ancestros.
Cariñosamente recuerdo, entre otras cosas, su amabilidad conmigo cuando formé parte de su taller de análisis poético el verano del 2009, y después de una serie de observaciones mutuas a la obra de Ernesto Albertos Tenorio llegó al día siguiente a la Biblioteca Central Manuel Cepeda Peraza con una copia de uno de sus libros, el cual era una selección personal y análisis a la obra de Saint-John Perse; me lo entregó con una dedicatoria que trazó el camino de mi inquietud, “Para Tomás; un saludo afectuoso y mi certeza en su realización entera, humana, poética. Fraternalmente: Raúl Cáceres Carenzo, Mérida, junio 2009.” Esa tarde hablamos del poema "Anábasis" y las claves de Perse, versos larguísimos, desmedidos como himnos o salmos. Me lo recomendó porque mis versos le parecieron de alientos muy largos, y me habló de la potencia invocadora como centro del canto poético; la poesía no la escogíamos, sino que ella nos escogía, siendo que la poesía era a su vez una especie de condena que había que llevar a cuestas toda la vida.
Raúl Cáceres Carenzo llega al final de su vida con la tarea concluida y realizada. Halachó siempre fue uno de sus centros evocadores y vivió, ávidamente, dentro de sus recuerdos. Y más allá de mi parentesco con la familia Cáceres por el lado de mi familia materna, en mi madre Olda María Rodríguez Paredes, mi abuelo José E. Rodríguez Flores y mi bisabuela María Cristina Flores Cáceres, seguiremos sintiendo la vena de este poeta en la familia y también por toda la familia literaria de Yucatán, heredando su compromiso y amor con nuestra tierra. Despedimos al vate que cumplió con la tarea, parafraseando a Juan Bañuelos, de emprender la tarea de quien tuvo maduros labios para el grito. Descanse en paz y larga vida poeta, que en el viaje haya buen tiempo y buena mar.

Tomás Ramos Rodríguez
en Periódico Por Esto! 21 de septiembre de 2017.