Tomás Ramos Rodríguez
Diariamente
puedo notar en redes sociales como Facebook o Twitter, “poetas” (no sólo
adultos sino quienes aun se consideran “jóvenes”) surgen como la espuma,
autogenerándose constelaciones de “seguidores” sin siquiera tener una escritura
sólida. Promueven su imagen como “escritores” (para luego solicitar apoyos
económicos en instituciones de gobierno y premios estatales de la juventud) sin
tomar en cuenta el cuidado en la calidad literaria del trabajo propuesto.
Imágenes,
tuits, relámpagos a destiempo. Hipsters, vintages, enguayaberados; son lo
mismo. Escritores y “poeta joven”: megalómano en la ejecución del chelo.
¿Hasta
dónde llega la ambición de estas personas que hacen oídos sordos al desencanto
que parece vivir la sociedad yucateca en muchos de sus momentos?
¿Estos
“exquisitos” de la cultura estarán pensando qué pasa con el diario suicidio de
yucatecos, como el un niño de 12 años en una comunidad del estado? ¿O estarán
pensando en el siguiente premio literario de Ottawa o Budapest?
Parece
que los autodeterminados “artistas jóvenes” son los interesados en colocarse
en la pasarela de las adulaciones para esperar su turno. Asimismo, estos
escritores de mediana trayectoria están rebosantes de premios sin ningún
reconocimiento internacional. Enfrascados en dimes y diretes cobardes en Internet
con otros “poetas”, tienen por ánimo ser reconocidos como la nueva gloria
local.
Estos
sendos personajes que desean “encarnar” la cultura yucateca lesionan el
nacimiento de nuevas voces literarias en nuestro estado. Cuando se autodeterminan a ser los nuevos patriarcas de la poesía nada más forman parte de la
misma ola continuista que usaron como un estandarte contra el cual había que
oponerse en su megalómana vida. Nada más para terminar siendo parte de la misma
ola continuista que sumergió el discurso literario yucateco en un peligroso
ostracismo.
Difícilmente
se avanzará en el ámbito poético; hasta que se recupere ese ánimo por escribir profundamente,
sin pensar en acomodarse con la dependencia gubernamental en turno o para
sentirse un enano dios. Cuando es un proceso creativo profundo, lejano de ese
ego de pecho inflado, se escribe poéticamente con una actitud diferente. No
como un dios enano a quien los mortales tuvieron la suerte de admirar cuando se
dignó a llegar de viaje o presentarse a un evento público por última vez.
¿Acaso
usted piensa que más adelante podrá seguir engañando a los jóvenes yucatecos, tan
ávidos de conocimiento, mientras articulan un nuevo conocimiento cultural
usando su inteligencia con herramientas, como los libros y el internet, para comunicarse
y no dejarse engañar?
Periódico Por Esto! 7 de enero de 2013.
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