viernes, enero 04, 2013

Manuel Álvarez Gato no tiene quien le escriba

Estimado Manuel Álvarez Gato:

En días pasados las personas que nos rodearon se han alejado de nosotros mientras más se aferran en demostrar su intelectualidad, su teoría estética del momento o su verso más pulido. Pensar que hace 10 años nos reuníamos en cafés del centro de Mérida para comentar los libros más amenos luego de la jornada semanal, finalizando la tertulia dominical en cafés extintos hoy en día sobre la calle 59; tal como lo fue el Boston, antes y después de la llegada del huracán Isidoro, que nos hizo consumir café a media luz, telefonear desesperaciones familiares, mientras estoicamente resistimos la humedad leyendo para la tarea de las nuevas clases de literatura.

Recuerdo esa Mérida que hoy ya no existe, donde los faroles iluminaban los muros derribados, los árboles heridos y la perfecta manera en que la luna observaba a los misteriosos secreteando en las esquinas. El amor también era una vendimia, que puntual acabó con dos o tres generaciones de ceniza en ese tiempo por venir. Dicen que la ceniza también se llama poesía; pero yo no la conozco o más bien no la recuerdo. Fueron pláticas sobre un tal César Vallejo, el purgatorio de Dante y sus mil caminos hacia los infiernos, Nietzche, así como pudo ser un verso Whitmaneano acompañando los poemas malditos de Baudelaire, mientras Hemingway maldecía perdido en las costas cubanas cuando su velero encalló por una botella más de ron.

Esperamos la recuperación de la ciudad que nunca se recuperó de las mujeres que amamos y pudieron partir. Hoy el país se convulsiona, votos se canjean como la promoción de la semana y millones de mexicanos flagelados convulsionan las arterias de la historia; si aguantamos la travesía, en 10 años más quizá estemos tomando otro café y no escribiendo cartas desde tan lejos, a donde la condición de parias de los espurios azules, me mandaron hace media década fuera de nuestro poético centro histórico de Mérida. Dicen que José Martí comprendió más a su país viviendo en Nueva York exiliado, cuando escribió su “Nuestra América” porque extrañaba su patria y le hacía tanta falta, que solamente el amor de su hijo pudo salvarlo antes de encontrar la heroica muerte que le confesó a su amigo Manuel Mercado una noche antes de iniciar su ciudadanía en el universo de los indispensables.

Los del verso solemne ¿qué saben de revolución? Estos se quedaron preocupados por las cuestiones más egoístas, como el salario elevado por encima del salario honorable. Alejémonos de esos márgenes donde oscilan los interesados; los que cambian el café por el cheque inflado; los que olvidan la correspondencia por ser de genio simple; los que olvidan por que olvidar es más fácil que agradecer. ¿Sirve razonar el voto cuando se piensa en la próxima beca? ¿Sirve razonar la grosería por un cheque o correspondencia que no llega? ¿Sirve recordar el honor cuando el verso sólo se hinca aún más ante el escarnio?

Mejor ser otra vez quien recorra el barrio de incógnito, mejor ser otra vez el horizonte magno que recorre el vientre de la amada, cuando el oleaje nos regresa a la libertad que, en la juventud, algún día nos hizo beber un ron con el varado Simbad mientras esperaba el regreso interminable a los ojos de Ella.

Atte.
Jimbo Jones.
Desde Aztlán,
En el desierto donde recibo ocasionalmente tu correspondencia. 

Periódico Por Esto! 20 de julio de 2012. 

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