Tomás Ramos Rodríguez
Miguel Ángel Cocom Mayén nos entrega De Mérida, roto (2011), su primer libro de poesía. El autor dice: “Sé que la poesía/ es inútil/ hasta que se emplea”, poniéndonos a pensar si la poesía tiene una utilidad material, codificable, o que el poeta le da uso como herramienta para hacer más llevadera la existencia. No sabemos si estamos frente a un suicida o un poeta: la tinta quebrándose o, más bien, derramándose o dejándose ir como un mar acaudalado, que nos lleva a un otoño que inicia su manifestación en la hoja.
El poema “Se me quiebra la tinta” alude a la imagen de Dios y nos preguntamos si esta imagen remite a la poesía o si se refiere a la mujer amada. Para el creacionista Vicente Huidobro el poeta era Dios. En este caso, vemos que la intención del autor es pretender posicionarse como un escritor que quiere ir contra la corriente y crear un lenguaje para luchar contra la realidad.
Óscar Oliva ha dicho, recientemente, que los autores mexicanos contemporáneos poseen una poesía gastada, por lo que deberían ir en búsqueda de otros caminos para que puedan abrirse nuevas formas de comunicación. Para Oliva, “la poesía es una manera de expresar, de comunicar; es un reflejo, un sentimiento, una transformación del lenguaje que hablamos todos los días. Es una expresión de las transformaciones que se dan día a día en la sociedad global en que vivimos. Y resaltó que la poesía mexicana -incluyendo la suya- parece no dar ya para más: “La poesía no refleja una serie de acontecimientos actuales y el vértigo que producen estas realidades. Ante esta situación, debe contraponerse una poesía abierta que rompa con lo que existe”.
Miguel Ángel Cocom Mayén parece ir contra uno de los movimientos más importantes de Nuestra América: el Modernismo. “Cansado ya de Azul” es un poema que nos remite al nicaragüense Rubén Darío. Parece que va contra la estética renovadora de la poesía latinoamericana que marcó una etapa de madurez frente al neoclasicismo y el romanticismo hispanoamericano. Sin embargo, marca el motivo amoroso, como lo que impulsa el azul de los ojos de la amada cuando menciona: “Además de tu olor/ de gaviota que reposa/ de su vuelo en espiral”. Nos deja ver el elemento crucial que navega en el mar de su poesía: el silencio.
Miguel Ángel Cocom dice: “Pueden ser múltiples cosas. / Pero más que nada, / es tu silencio el que me llama”. Podemos ver que busca volver a donde no se está, donde lo que se tuvo sin conciencia se perdió al tomar esa conciencia: es como si desease la luz para mirar y, al llegar ésta, le trajera la ceguera que le impedirá ver para siempre. En De Mérida, roto, la poesía se refiere a un apóstrofe a lo largo del poemario; el autor utiliza los grupos versales como unidad, como imágenes interpuestas, voces intercaladas, siempre hacia una segunda persona a la que también hace hablar en su poesía. En esta composición notamos cómo, por momentos, existen versos que pudieran ser greguerías, como las escritas por Ramón Gómez de la Serna, quien formó parte de la vanguardista Generación del 27 española.
La literatura y la poesía también se basan en préstamos y despojos de la realidad, por lo que el autor se apropia de la voz de la mujer, quien le recriminará la poesía que escribió en su juventud, pero será el discurso por el cual ella caerá rendida ante él. Se observa cómo la piel de la amada discurre por los dedos que escriben los poemas de esta obra, tenemos la piel como acueducto donde el agua, siempre el deseo, resbala, humecta, nutre. Añoranza del poeta por lo que no se tiene pero que se crea al anhelarlo y burlarse de lo mismo. Encontramos lo sensorial del poeta cuando menciona la piel depositada en el tacto, el color en el azul y el olor en el mar, en la salinidad de la vida plagada de formas en el poeta. El cuerpo de ella, entra y sale por los ojos del que ama, por los ojos de quien ve y describe con naturaleza la búsqueda erótica en la alteración de las formas sintácticas de la redacción y habla cotidiana.
El poema “Tigres de sombras” nos lleva a pensar en el poeta mexicano Eduardo Lizalde, “Contigo, / contigo marcha la espuma, / clara y altiva / aunque, como tú, espume a ras del suelo”. Pero el poeta sentencia: “Tu cuerpo, / mi tótem, / se me entra / entero/ por los ojos/ y se me sale/ incompleto/ por la pluma”. Vemos a Ulises, vemos el “tú” que aparece constantemente en la figura femenina. “Ahí eres tú” nos entrega su poética, “¿Qué putas digo?/ Poesía es lo que chorrea / del tintero de cuerpo. / La luz que sobra/ del cardumen negro de tus ojos. / El olor de tu cuerpo / cuando llueve. / La fuga de sonidos/ cuando amamos.”
Encontramos los principios éticos del poeta, su poética que va desde la poesía que refuta hasta aquella con la que va acorde. Utiliza el hipérbaton, ocasionalmente, para romper con el ritmo de la lectura en un sentido lúdico, con ironía y parodia; es decir, es una lírica desnuda pero que se esconde en el humor. Vemos la aparición de la figura “Mérida / Mar / Roto (rotación)”. En el poema “El mar”, entendemos su poética. Podemos pensar también en otros grandes poemas que han hablado sobre el mar como “El cementerio marino”, de Paul Valéry, cosmos con el discurso siempre cimentado en el apóstrofe.
Cocom Mayén tiene una voz lírica distante de una voz queer. En vez de una voz, voz queerizante, la suya se mantiene rondando en los espacios de la heteronormatividad por los arquetipos fijos en que se mueve la masculinidad del hablante. A lo largo de los poemas, existe una división entre lo amoroso y lo irónico, donde la ironía se observa como recurso para la verosimilitud. Como herramientas para el desastre, apuntamos la voz femenina como contrapunto de la voz masculina. También se resalta el constante carácter lúdico del libro, pero para el futuro también es recomendable hacer a un lado el abuso de la voz femenina y el despecho hacia ella, para dejar que la poesía respire por sí misma.
Podemos decir que Miguel Ángel Cocom Mayén es un poeta vanguardista. Digo vanguardista, con las consecuencias que pueda llevar el querer autodefinirse como contracultural, con el peligro de rayar en la arbitrariedad en el código literario lejano al hecho de experimentar. La ironía resalta como recurso para la verosimilitud, pero el asunto poético se dimensionaría mucho más si el poeta centrara su visión en los objetos del mundo y, se alejara, del “tú” amoroso, pues en algunos momentos el “tú” oscurece el asunto poético, el conflicto del poeta. No hay que apostar toda la imaginación poética en la versificación de sustantivos como “silenciar”, “poemar” y “alear”, en vez de aletear, así como la “esdrujulación” de los verbos para hacerlos adjetivos, como “liquida” a “líquida”.
Pensamos que es necesario llevar al máximo las capacidades del poeta y su lenguaje, de trabajar más en estos elementos e irse al límite de sus recursos líricos para crear un nuevo lenguaje que crezca en relación al anterior y devele las circunstancias que solamente la poesía depositada en una forma nueva puede decir. Recordemos a Óscar Oliva cuando dice: “Los poetas mexicanos deben abrirse a nuevas maneras de ver el mundo y encontrar otros espacios. Ya no podemos tener los ojos en el siglo pasado, cuando no existía el Internet. No podemos hablar de nuestros amores o fracasos si estamos situados todavía en una concepción del mundo ideológica y filosófica, incluso política, como la tuvimos en los 60 ó 70. Tiene que darse una ruptura.”
Miguel Ángel Cocom Mayén es un poeta que vive en el nihilismo de quien no cree en la vida y el amor. Poesía cargada de humanidad, llena de la visión de un poeta que un día despierta humano, después de descubrirse como el espectador de un tiempo que se ha mantenido mudo ante las palabras de la amada, que sólo le transmiten silencio. Estado en el cual pudo escuchar el llamado del incendio, aunque equivocadamente diga que no sabe incendiar.
Cocom Mayén, Miguel Angel: “De Mérida, roto”, Instituto de Cultura de Yucatán-Conaculta, Mérida, 2011.
Por Esto! 17 de octubre de 2012.
Miguel Ángel Cocom Mayén nos entrega De Mérida, roto (2011), su primer libro de poesía. El autor dice: “Sé que la poesía/ es inútil/ hasta que se emplea”, poniéndonos a pensar si la poesía tiene una utilidad material, codificable, o que el poeta le da uso como herramienta para hacer más llevadera la existencia. No sabemos si estamos frente a un suicida o un poeta: la tinta quebrándose o, más bien, derramándose o dejándose ir como un mar acaudalado, que nos lleva a un otoño que inicia su manifestación en la hoja.
El poema “Se me quiebra la tinta” alude a la imagen de Dios y nos preguntamos si esta imagen remite a la poesía o si se refiere a la mujer amada. Para el creacionista Vicente Huidobro el poeta era Dios. En este caso, vemos que la intención del autor es pretender posicionarse como un escritor que quiere ir contra la corriente y crear un lenguaje para luchar contra la realidad.
Óscar Oliva ha dicho, recientemente, que los autores mexicanos contemporáneos poseen una poesía gastada, por lo que deberían ir en búsqueda de otros caminos para que puedan abrirse nuevas formas de comunicación. Para Oliva, “la poesía es una manera de expresar, de comunicar; es un reflejo, un sentimiento, una transformación del lenguaje que hablamos todos los días. Es una expresión de las transformaciones que se dan día a día en la sociedad global en que vivimos. Y resaltó que la poesía mexicana -incluyendo la suya- parece no dar ya para más: “La poesía no refleja una serie de acontecimientos actuales y el vértigo que producen estas realidades. Ante esta situación, debe contraponerse una poesía abierta que rompa con lo que existe”.
Miguel Ángel Cocom Mayén parece ir contra uno de los movimientos más importantes de Nuestra América: el Modernismo. “Cansado ya de Azul” es un poema que nos remite al nicaragüense Rubén Darío. Parece que va contra la estética renovadora de la poesía latinoamericana que marcó una etapa de madurez frente al neoclasicismo y el romanticismo hispanoamericano. Sin embargo, marca el motivo amoroso, como lo que impulsa el azul de los ojos de la amada cuando menciona: “Además de tu olor/ de gaviota que reposa/ de su vuelo en espiral”. Nos deja ver el elemento crucial que navega en el mar de su poesía: el silencio.
Miguel Ángel Cocom dice: “Pueden ser múltiples cosas. / Pero más que nada, / es tu silencio el que me llama”. Podemos ver que busca volver a donde no se está, donde lo que se tuvo sin conciencia se perdió al tomar esa conciencia: es como si desease la luz para mirar y, al llegar ésta, le trajera la ceguera que le impedirá ver para siempre. En De Mérida, roto, la poesía se refiere a un apóstrofe a lo largo del poemario; el autor utiliza los grupos versales como unidad, como imágenes interpuestas, voces intercaladas, siempre hacia una segunda persona a la que también hace hablar en su poesía. En esta composición notamos cómo, por momentos, existen versos que pudieran ser greguerías, como las escritas por Ramón Gómez de la Serna, quien formó parte de la vanguardista Generación del 27 española.
La literatura y la poesía también se basan en préstamos y despojos de la realidad, por lo que el autor se apropia de la voz de la mujer, quien le recriminará la poesía que escribió en su juventud, pero será el discurso por el cual ella caerá rendida ante él. Se observa cómo la piel de la amada discurre por los dedos que escriben los poemas de esta obra, tenemos la piel como acueducto donde el agua, siempre el deseo, resbala, humecta, nutre. Añoranza del poeta por lo que no se tiene pero que se crea al anhelarlo y burlarse de lo mismo. Encontramos lo sensorial del poeta cuando menciona la piel depositada en el tacto, el color en el azul y el olor en el mar, en la salinidad de la vida plagada de formas en el poeta. El cuerpo de ella, entra y sale por los ojos del que ama, por los ojos de quien ve y describe con naturaleza la búsqueda erótica en la alteración de las formas sintácticas de la redacción y habla cotidiana.
El poema “Tigres de sombras” nos lleva a pensar en el poeta mexicano Eduardo Lizalde, “Contigo, / contigo marcha la espuma, / clara y altiva / aunque, como tú, espume a ras del suelo”. Pero el poeta sentencia: “Tu cuerpo, / mi tótem, / se me entra / entero/ por los ojos/ y se me sale/ incompleto/ por la pluma”. Vemos a Ulises, vemos el “tú” que aparece constantemente en la figura femenina. “Ahí eres tú” nos entrega su poética, “¿Qué putas digo?/ Poesía es lo que chorrea / del tintero de cuerpo. / La luz que sobra/ del cardumen negro de tus ojos. / El olor de tu cuerpo / cuando llueve. / La fuga de sonidos/ cuando amamos.”
Encontramos los principios éticos del poeta, su poética que va desde la poesía que refuta hasta aquella con la que va acorde. Utiliza el hipérbaton, ocasionalmente, para romper con el ritmo de la lectura en un sentido lúdico, con ironía y parodia; es decir, es una lírica desnuda pero que se esconde en el humor. Vemos la aparición de la figura “Mérida / Mar / Roto (rotación)”. En el poema “El mar”, entendemos su poética. Podemos pensar también en otros grandes poemas que han hablado sobre el mar como “El cementerio marino”, de Paul Valéry, cosmos con el discurso siempre cimentado en el apóstrofe.
Cocom Mayén tiene una voz lírica distante de una voz queer. En vez de una voz, voz queerizante, la suya se mantiene rondando en los espacios de la heteronormatividad por los arquetipos fijos en que se mueve la masculinidad del hablante. A lo largo de los poemas, existe una división entre lo amoroso y lo irónico, donde la ironía se observa como recurso para la verosimilitud. Como herramientas para el desastre, apuntamos la voz femenina como contrapunto de la voz masculina. También se resalta el constante carácter lúdico del libro, pero para el futuro también es recomendable hacer a un lado el abuso de la voz femenina y el despecho hacia ella, para dejar que la poesía respire por sí misma.
Podemos decir que Miguel Ángel Cocom Mayén es un poeta vanguardista. Digo vanguardista, con las consecuencias que pueda llevar el querer autodefinirse como contracultural, con el peligro de rayar en la arbitrariedad en el código literario lejano al hecho de experimentar. La ironía resalta como recurso para la verosimilitud, pero el asunto poético se dimensionaría mucho más si el poeta centrara su visión en los objetos del mundo y, se alejara, del “tú” amoroso, pues en algunos momentos el “tú” oscurece el asunto poético, el conflicto del poeta. No hay que apostar toda la imaginación poética en la versificación de sustantivos como “silenciar”, “poemar” y “alear”, en vez de aletear, así como la “esdrujulación” de los verbos para hacerlos adjetivos, como “liquida” a “líquida”.
Pensamos que es necesario llevar al máximo las capacidades del poeta y su lenguaje, de trabajar más en estos elementos e irse al límite de sus recursos líricos para crear un nuevo lenguaje que crezca en relación al anterior y devele las circunstancias que solamente la poesía depositada en una forma nueva puede decir. Recordemos a Óscar Oliva cuando dice: “Los poetas mexicanos deben abrirse a nuevas maneras de ver el mundo y encontrar otros espacios. Ya no podemos tener los ojos en el siglo pasado, cuando no existía el Internet. No podemos hablar de nuestros amores o fracasos si estamos situados todavía en una concepción del mundo ideológica y filosófica, incluso política, como la tuvimos en los 60 ó 70. Tiene que darse una ruptura.”
Miguel Ángel Cocom Mayén es un poeta que vive en el nihilismo de quien no cree en la vida y el amor. Poesía cargada de humanidad, llena de la visión de un poeta que un día despierta humano, después de descubrirse como el espectador de un tiempo que se ha mantenido mudo ante las palabras de la amada, que sólo le transmiten silencio. Estado en el cual pudo escuchar el llamado del incendio, aunque equivocadamente diga que no sabe incendiar.
Cocom Mayén, Miguel Angel: “De Mérida, roto”, Instituto de Cultura de Yucatán-Conaculta, Mérida, 2011.
Por Esto! 17 de octubre de 2012.
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