Noticia triste es el fallecimiento del poeta yucateco Raúl Cáceres Carenzo el pasado domingo, figura y símbolo que encabeza una generación que decidió escribir sobre Yucatán desde afuera del estado, avecindado en Toluca desde 1970. Raúl Cáceres Carenzo fue un defensor y promotor de la poesía, además de dramaturgo, actor y declamador, puso especial énfasis en mantener las obras teatrales con una alta calidad, así como fue un investigador tenaz de la lírica universal. Raúl Cáceres Carenzo es quien encabezó mejor a una generación de poetas yucatecos que vivieron fuera de Yucatán muchos años, pero sin nunca olvidarse de su tierra situándola como un motivo constante de su poesía escrita desde 1970 hasta su último día; le debemos un agradecimiento total y honramos su figura por dedicar una vida entera a poner el nombre de Yucatán en el escenario literario y poético nacional.
Siempre admiraré su visión poética de la vida, su mirada centrada en el Mayab, en la lírica de los grandes nombres de la poesía universal, y su insistencia para concretar un discurso poético yucateco lejano de los exotismos, ideas colonialistas, pues siempre fue un amante y defensor de nuestra América, manteniéndose distante de las adulaciones, los exhibicionismos y la farándula local.
Debemos acercarnos a su obra literaria y ver la seriedad con la que profesó el arte poético. Juan Domingo Argüelles, en el año 2004, urdió el trabajo titánico de compilar su obra en la antología Para decir la noche y el día (Poesía reunida 1972-2002) editada por el Ayuntamiento de Toluca y el Instituto Quintanarroense de la Cultura. Entre sus obras destacan Retratos, Salutación e Imprecación, “Elegía por las ciudades mayas” dentro del libro Ritual Maya (Instituto de Cultura de Yucatán, 1986), dedicado a Antonio Mediz Bolio, Ermilo Abreu Gómez y Alfredo Barrera Vásquez. Entre otras obras, sobresalen Lectura de la luz (1972), Para decir la noche (1973), Sueña el mar que es fuego (1981), La flama del tiempo (1989), Secreto a voces (1993), Acinacal: La canica (1996), El Sarcastiricón (2001), entre muchas obras más, libros recientes y poemas sueltos.
En Para decir la noche, en cita de Juan Domingo Argüelles, José Emilio Pacheco dijo de él: “Pero ante todo, Cáceres Carenzo es un poeta, y la generosidad que emplea para juzgar a los demás se equilibra ejemplarmente con el rigor para consigo mismo. En éste su primer libro, publicado tras varios años de lucha por la expresión y búsqueda de esa palabra única que lo nombre. La pesadumbre y la esperanza de nuestro tiempo, el dolor del mundo y la íntima ternura, llenan la intensidad, el lirismo de estos poemas”. Raúl Cáceres Carenzo incursionó en la crítica literaria, así como en el teatro, fue inquieto, intuitivo y encontró el camino para su lenguaje poético en base al esfuerzo y la búsqueda de su propia voz y su discurso: nos entregó una poesía de sonoridades, mares embravecidos y texturas agitadas con las voces de nuestros ancestros.
Cariñosamente recuerdo, entre otras cosas, su amabilidad conmigo cuando formé parte de su taller de análisis poético el verano del 2009, y después de una serie de observaciones mutuas a la obra de Ernesto Albertos Tenorio llegó al día siguiente a la Biblioteca Central Manuel Cepeda Peraza con una copia de uno de sus libros, el cual era una selección personal y análisis a la obra de Saint-John Perse; me lo entregó con una dedicatoria que trazó el camino de mi inquietud, “Para Tomás; un saludo afectuoso y mi certeza en su realización entera, humana, poética. Fraternalmente: Raúl Cáceres Carenzo, Mérida, junio 2009.” Esa tarde hablamos del poema "Anábasis" y las claves de Perse, versos larguísimos, desmedidos como himnos o salmos. Me lo recomendó porque mis versos le parecieron de alientos muy largos, y me habló de la potencia invocadora como centro del canto poético; la poesía no la escogíamos, sino que ella nos escogía, siendo que la poesía era a su vez una especie de condena que había que llevar a cuestas toda la vida.
Raúl Cáceres Carenzo llega al final de su vida con la tarea concluida y realizada. Halachó siempre fue uno de sus centros evocadores y vivió, ávidamente, dentro de sus recuerdos. Y más allá de mi parentesco con la familia Cáceres por el lado de mi familia materna, en mi madre Olda María Rodríguez Paredes, mi abuelo José E. Rodríguez Flores y mi bisabuela María Cristina Flores Cáceres, seguiremos sintiendo la vena de este poeta en la familia y también por toda la familia literaria de Yucatán, heredando su compromiso y amor con nuestra tierra. Despedimos al vate que cumplió con la tarea, parafraseando a Juan Bañuelos, de emprender la tarea de quien tuvo maduros labios para el grito. Descanse en paz y larga vida poeta, que en el viaje haya buen tiempo y buena mar.
Tomás Ramos Rodríguez
en Periódico Por Esto! 21 de septiembre de 2017.