lunes, octubre 03, 2011

Los perros, Tomás Ramos Rodríguez

1

¿Quiénes son los que persiguen mi huella en esta vertiginosa carrera
en donde sin saber todo mundo me exclama?

En la calle asediada, como león, una libélula se esconde detrás de las torres
de la Catedral.

Desnudo de pecados, de rodillas, abro los vitrales de mis entrañas y me arrepiento
de pecar.

Ausentes, cruzan las manos de peatones atropellados por bengalas. Silba lo
indecible en los cerrojos de la muchedumbre, la abundancia conglomerada en los
intestinos por bayonetas. Un ama de casa estalla, estudiantes se desvanecen; una
multitud es devorada por otra multitud más grande. Quijadas se parten en
banquetas, cascos rugen pasos en intimidante fuego: hoy recordaremos a una
juventud ametrallada a media asta.

Sitiado me golpean, sitiado estoy, partes de mi cuerpo se pierden en el rugido
de esta estrella.

Cazan culebras al amanecer de un toque de queda.

Aún nos llevan.
Aún nos arrastran.

De hombros.

La Catedral despierta.


2

Me enredo debajo de las botas 
que me aplastan.

Soy la raíz del día.

Me doblan por la espalda.

Caigo con la cara apuntando al alba.

Bayoneta
me olvido de mi nombre,
me abrazo de olvidarme.

De mis recuerdos.

De mis himnos,
de mis cantos de guerra.

Escucho las órdenes de los generales
mientras mis camaradas se derrumban
despedazados.

Un guerrero águila con su escudo está
siendo fusilado.

Me doblan de rodillas como a un recién
nacido,
me arrastran por el óxido ensangrentado
de las tanquetas.

Me arrancan los tobillos para levitar hasta
los ángeles.

Lloro con las plumas al aire nuevamente.

Me vuelven a sembrar.

Guanábanas en mi sabucán de niño
me recuerdan este poema que canta.
Acaso la luz del día me regala mejillas
de muchachas que por vez primera me
besan.

Volver a huir desnudo en la destrucción
de mi pueblo
que por selvas es perseguido y no poder
callarme.

En alto distingo el orgullo
de la clandestinidad
que me troza la piel seca como vinagre.

Me vuelven a crucificar.

¿Son mis hojas las que crujen?
¿Es mi poema el que se retuerce?

¿Son tus palabras quienes me leen 
en voz alta?

Hay una victoria que florece
en el allanamiento.

Que me asedia.
Que me descuartiza.

Más allá de la mordaza de este cuaderno
que grita.


Divergencias, Revista de estudios lingüísticos y literarios. Verano 2008.  
http://divergencias.arizona.edu/sites/divergencias.arizona.edu/files/articles/los%20perros.pdf

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