Hace poco más de un año, en esta misma biblioteca pública “Manuel Cepeda Peraza”, presentamos el número anterior de la revista “Arenas Blancas”. En esa ocasión, al igual que en esta, tuve la oportunidad de editar literatura yucateca en los Estados Unidos. No es la primera vez que los escritores yucatecos o la literatura escrita desde Yucatán ocupan un lugar en las páginas de publicaciones extranjeras. Pero desde mi condición de yucateco emigrante por cuestiones académicas y laborales, promuevo la enriquecedora posibilidad del diálogo que se pueda establecer con otras culturas literarias de dentro y fuera del país.
La revista literaria “Arenas Blancas” es la publicación semestral de los estudiantes de la Maestría en Literatura Hispanoamericana de la Universidad Estatal de Nuevo México. Tuve la oportunidad de formar parte de ella un año y medio atrás, y tuve la oportunidad de co-editar los últimos dos números de esta revista. Es importante tener presente desde donde un editor tiene que pensar en lo que es preparar un número de una revista, pues es una tarea tan exigente como preparar un libro, armar una película o un video, escribir un libro de poemas, puesto que tanto la selección de materiales como el orden en que van estos dentro del número corresponden a la construcción de un relato que se encuentra muy lejano a la arbitrariedad de la sección fija, solo por el mero –y necio- hecho de que tiene que existir. En esta ocasión, en este número 10 tuve un intenso trabajo con Diego Ordaz, pues mientras combinábamos nuestras clases de maestría y las clases que impartimos como profesores en el Colegio de Ciencias y Artes Liberales, pudimos salir hacia delante con respecto a los problemas de decisión editorial –los interminables ajustes hasta la invernal madrugada desértica nuevomexicana en semanas de clases-, así como de problemas externos que poco tienen que ver con la manufactura total de una revista integrada por una visión joven acorde con su tiempo.
La poesía y el silencio se conjugan en el desierto para hacernos escuchar nuestros horizontes más profundos. Caminar por sus horas tan cíclicas; dar las mismas vueltas sobre los mismos pasos en un ir y venir interminable; tejer una espiral de la que es difícil y a veces imposible sobreponerse, acaba con la vitalidad si uno no aprende a escuchar entre las piedras y las montañas rojas de Las Cruces el lenguaje del silencio.
En días pasados, platicando con el especialista chicano, el Dr. Axel Ramírez, en la compañía de profesores como el Dr. Adalberto Santana y el Dr. Carlos Bojórquez, y nuestro compañero Cristóbal León, el Dr. Ramírez recordaba su fraterna amistad con el Dr. Ricardo Aguilar Melantzón. Él fue un impulsor y promotor de la literatura fronteriza y chicana quien entre otras cosas escribió de Yucatán. Recordándolo con cariño el Dr. Ramírez apuntó a recordar que Aguilar Melantzón proponía la zona fronteriza de Ciudad Juárez, Chihuahua, El Paso, Texas y Las Cruces, Nuevo México, como una misma región integrada en términos culturales y sociales a pesar de estar divididos por la frontera que separa el primer mundo del tercer mundo, por la frontera que separa a Estados Unidos de América Latina, es decir del resto del mundo. Es por eso de su valor tan importante el poder narrar y recuperar las voces que constantemente se reconfiguran con el paso agitado de miles de emigrantes a uno y otro lado de la frontera demostrando que Ciudad Juárez y El Paso son dos ciudades que conviven como una sola, apenas viviendo “dividida” por esta emblemática frontera. Es por esto que los editores de “Arenas Blancas” no pudimos detenernos en nuestra tarea de recuperar esas voces que reconfiguren y reinterpreten los códigos fronterizos de uno y otro lado tanto en lengua española como inglesa, así como del conocido Spanglish, que es el caló que surge como una tercera lengua, de la mezcla del español con el inglés.
Es por eso que este número lleva por temática “La estética fragmentada”, puesto que nuestras identidades se invierten en un diálogo múltiple cuando al cruzar la frontera caminamos para escuchar muchas lenguas en diferentes pronunciaciones y acentos como si el cruce Santa Fe o el de las Américas fueran una Babel interminable. Así como escuchamos inglés, español o alemán, escuchamos tarahumara al momento de toparnos con nuestros primeros mexicanos del desierto al cruzar a México regresando de los Estados Unidos en carretera. Vivir en Las Cruces, es vivir en una zona fronteriza o lo que Gloria Anzaldúa hubiese llamado un Borderland. Este es un entrecruce donde estamos experimentando los límites del diálogo entre las dos lenguas, dos culturas (la angloamericana y la mexicana), y los límites políticos, que es el límite cultural en resistencia.
En “La estética fragmentada” tenemos una edición cíclica. Iniciamos con el poema de Oscar Hann “Todas las cosas se deslizan”, para cerrar con el ensayo del Dr. Iván A. Schulman sobre “José Martí”. Oscar Hann dice en su poema que el mundo es un “cosario”, es un espacio donde están depositadas todas las cosas juntas, es decir tenemos otro entrecruce. Entre los autores de Yucatán podemos mencionar a Rodrigo Ordóñez Sosa con un artículo sobre el cine y la literatura Gore, tenemos la poesía de Manuel J. Tejada, y un artículo del Mtro. Óscar Ortega Arango sobre Villa y Zapata como sombras de su historia. De esta forma la estética que proponemos está compuesta de muchas voces, de voces cruzándose, partiendo desde lo visual con el diseño de la portada, que renovó el discurso visual de “Arenas Blancas” donde el diseñador Francisco Serratos, junto con las imágenes del artista visual de Ciudad Juárez, Erick Nungaray, pudieron crear un marco (un discurso visual) que se entrelazara dialogando con el contenido de los textos de la revista a nivel de forma, creando un espacio o cuerpo entrecruzado.
Cuando lanzamos la convocatoria para este número recibimos muchos trabajos que no fueron de mala calidad, pero lamentablemente quedaron fuera debido a la visión editorial que manejamos, pues hubieran quedado forzados por el peso de su contenido sociocultural y estético, porque para nosotros armar una revista no es una yuxtaposición de trabajos que no siguen un discurso coherente. En este sentido pudimos concretar un entrecruce donde pudimos contener una multiplicidad de voces fronterizas de uno y otro lado de la frontera de México y los Estados Unidos.
También quiero agradecer a mis profesores tanto de New Mexico State University (NMSU) como de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY). El apoyo de todos ellos me ha puesto en el camino para el doctorado en literatura en Arizona State University (ASU) este próximo mes de agosto. Sin el apoyo de todos ellos hubiera sido imposible. En NMSU agradecemos el apoyo del Dr. Richard Rundell director del Departamento de Lenguas y Lingüística, a la Dra. Beth Pollack, directora de la Maestría en Artes en Español y Literatura, al Mtro. Jeff Longwell, coordinador de los profesores asociados de Español por su aliento en los momentos más difíciles. También agradezco a los profesores el Dr. Jesús J. Barquet por sus clases de poesía Modernista, y especialmente a los profesores el Dr. José Manuel García por su aprecio demostrado y sus clases de la literatura de la Revolución Mexicana que tanto me inspiraron, así como al Dr. Spencer Herrera por ser un amigo y guía en la literatura Chicana en mi paso por esta universidad. También le doy mi especial agradecimiento al Dr. Neil Harvey, quien es Director del Centro de Estudios Latinoamericanos y de la Frontera, por su visión indigenista y estar comprometido con la lucha de reivindicación. A todos ellos agradezco su aliento y apoyo para concretar estas “Arenas Blancas” que de nuevo se entrecruzan con las Arenas de Yucatán.
Agradezco desde luego a los miembros de “Arenas Blancas” y a quienes estuvimos juntos durante este proceso. Al co-editor y amigo entrañable Diego Ordaz, a nuestro diseñador Francisco Serratos; a los compañeros de la maestría que ahora se incorporan al proyecto, a Katie Brown, a Jorge Arroyo “El Alkimista”, y a Neva Sanders. También a otros amigos que estuvieron siempre cerca, a Juan Carlos Medina y a Miguel de la Cruz, que fueron unos hermanos increíbles en mis últimos meses en la maestría. También a la poesía de Camilo Roldán y Chris Acosta, como la amistad de Dylan Galos y la de mi peruana María del Carmen López. Las Cruces es un sitio en el desierto pero lleno de personas entrañables.
También no puedo dejar de agradecer a mis profesores de la Universidad Autónoma de Yucatán, especialmente al Dr. Carlos Bojórquez, a los Mtros. Celia Rosado y Óscar Ortega Arango y a la Dra. Margaret Shrimpton, actual coordinadora de la licenciatura en Literatura Latinoamericana, que fueron la piedra angular en mi formación para ponerme en el camino a la maestría y ahora, por fin al sueño tan anhelado del doctorado. También a los miembros de la Red Literaria del Sureste por su compromiso con la literatura de Yucatán. Mi más enorme y sincero agradecimiento a mi familia que siempre me ha apoyado en este trayecto y permitido leer a altas horas de la noche y gastarme el dinero en libros (porque los libros cuestan), y también a ustedes que se encuentran aquí reunidos esta noche pues significan mucho para mi.
Desde luego, agradezco enormemente al Instituto de Cultura de Yucatán del Gobierno del Estado y especialmente a su Subdirección General de Literatura y Promoción Editorial a cargo del Mtro. Jorge Cortés Ancona, por hacer posible que la literatura de los yucatecos que actualmente radican en los Estados Unidos, y está siendo publicada, pueda darse a conocer a los lectores de Yucatán. Podemos notar un enorme cambio de actitud en el actual Instituto de Cultura verdaderamente preocupado por la difusión de la literatura de todos y no solamente de unos cuantos, por esto a ustedes muchas felicidades.
Muchas Gracias.